Hoy a las 20.00 horas el filólogo, profesor y director de la Enciclopèdia d´Ibiza i Formentera, Felip Cirer, acompañado de Marià Torres, presenta su nuevo ensayo en la Cantina Portmany del Passeig de Ses Fonts de Sant Antoni. El lugar no está escogido al azar. Todo lo contrario. Es el edificio sobre el que se centra L’Hotel Portmany: la utopia d’un antonienc. Josep Roselló Cardona.

Tal y como refleja el título, el ensayo publicado por Editorial Mediterrània propone un viaje hacia la historia de Sant Antoni y su turismo durante buena parte del siglo XX a través de una figura imprescindible en la localidad, Josep Roselló Cardona, conocido como Pep de na Mossona. Un hombre que, tal y como aseguró Cirer a este periódico, «fue un pionero en la idea de promocionar el turismo en el municipio y en la isla» desde las instalaciones de su Hotel Portmany, convertido ya en un símbolo de Sant Antoni.

Sin embargo, Roselló llegó al turismo un poco por casualidad. Nacido en 1903 en la hacienda de Can Pere Coix de Sant Antoni, en el seno de una familia de payeses ricos documentada en la zona de Sant Antoni desde 1723, primero estudió Enología en Valencia y después fundó una bodega para crear su propio vino y hacer dinero exportándolo fuera de Ibiza. Como le cogió la crisis del 29 y el negocio no funcionó decidió cambiar de modelo de vida pensando en construir un hotel en ca na Mossona, en la zona de Poniente de Sant Antoni. Encargó el proyecto al ayudante de obras públicas mallorquín Martin Guasp Pou, que comenzó en octubre de 1931 y terminó en 1933, año en el que también abrieron sus puertas el Hotel Buenavista de la familia Marí Curreu en Santa Eulària, o el Gran Hotel, ahora Hotel Montesol, en Ibiza.

La inauguración fue el 12 de julio y consistió en una berenada para todo el pueblo y una cena con las autoridades de la isla en aquel momento. El menú estuvo compuesto, según recoge Cirer, por vermouth, canapés, crema de gallina, langosta al estilo ruso, ternera al estilo Careme, pollo al horno, ensalada verde, bescuit de vainilla, helado de chocolate y fruta.

El Hotel Portmany era de gran lujo para la época. Tenía una planta baja, con un hall con muebles de estilo renaixement mallorquí, el despacho de la dirección, un comedor amplio con vistas al mar, un comedor auxiliar, una sala de lectura, un bar estilo americano y la escalera de acceso a los dos pisos superiores. En ellos había 24 habitaciones, todas con estucado en las paredes, calefacción central, y las máximas comodidades, una amplia terraza con vistas a la bahía de Portmany, una sala de plancha, y un vestidor. Posteriormente, en los 50 se añadieron siete habitaciones con baño y una tercera planta con cuatro suites. Construyó una fábrica de hielo, instaló un generador eléctrico que dió luz a todo el pueblo en la parte de la calle Santa Agnès y un mes después inauguró la primera pista de tenis de la isla, para uso de sus clientes, cerca de la Plaza de España.

Hasta los 70 fue un referente

Desde su hotel, Josep Roselló se convirtió en un firme defensor de la promoción turística. Posiblemente, y según Cires, en el pionero en Ibiza. «Cuando acababa la temporada invertía mucho dinero en visitar de forma desinteresada países de Europa donde presentaba nuestra isla a través de conferencias con diapositivas». Incluso, «contrató a dos extranjeros con amplia formación para su hotel y apostó por un turismo de calidad y de lujo que, desgraciadamente, ahora no existe en Sant Antoni».

Gracias a ello, el establecimiento que ahora sólo tiene una cafetería en la parte baja, pasó «con dignidad» la época de la postguerra y funcionó muy bien hasta la década de los 70, prácticamente hasta la muerte de su creador, en 1977. Por él pasaron las personalidades más importantes de la época ya que, entre otras cosas, era visita obligada para los dueños de los yates que fondeaban en la bahía de Sant Antoni, y según Cirer, las familias ibicencas más conocidas celebraron en sus salones sus bodas.

Rosselló no sólo fue hotelero

Josep Roselló Cardona también fue, entre otras cosas, benefactor y directivo de la S.E. Portmany, cediendo de manera desinteresada los terrenos donde el Club Deportiu Portmany jugaba sus partidos de fútbol, y alcalde de Sant Antoni, del 23 de septiembre al 10 de octubre de 1936 como miembro del Partit Liberal Regionalista, una derecha que según Cirer, «era muy civilizada». También fue emprendedor con más o menos éxito, destacando su proyecto de un club de vacaciones en Sa Punta des Molí que no cuajó después de tenerlo diseñado.

Incluso, es el único ibicenco que aparece en los cuentos de Walter Benjamin. Le dedicó ‘Una tarde de viaje’, y se refiere a él como Don Roselló, «una persona implicada en la política del momento».