Dunedin, en Nueva Zelanda, está situada a 361 kilómetros al sur de Christchurch y a 299 al este de Queenstown, en el mismo corazón del puerto de Otago, sobre la costa sudeste de esta isla. Tiene una población de 120.000 habitantes, lo que la convierte en la ciudad más grande del sur del país. Parte de su población está formada por una gran cantidad de estudiantes que vienen a graduarse en su prestigiosa universidad, la más importante del país austral. Dunedin es también una bonita y tranquila ciudad con un importante número de jardines como el Jardín Botánico y los Jardines de Glenfalloch que contrastan con hermosos edificios de pasado colonial y que todavía conservan intactos el diseño que les dieron sus fundadores escoceses al más puro estilo victoriano y eduardiano.

En uno de ellos, situado en el número 30 The Octagon se levanta la Galería de Arte, una de las más importantes de Australasia. Alberga pinturas de las épocas medieval y renacentista, impresionismo francés y algunas de los primeros europeos que llegaron a estas tierras. Y entre todas ellas un cuadro en el que aparece el puerto de Ibiza con las montañas al fondo pintado. Fue pintado hacia 1933 por Frances Mary Hodgkins (Dunedin, Nueva Zelanda, 1869 - Dorchester, Inglaterra, 1947), y llegó a este museo de su ciudad natal gracias a una donación de la familia Sullivan.

El paso por Ibiza de Mss.Hodgkins

En 1933, Mss. Hodgkins, vendió muy bien un cuadro que había pintado en el condado británico de Cornualles y con el dinero que sacó decidió, entre otras cosas, porque hacía mucho frío en Londres, darse un salto a Ibiza. Aquí pintó mucho los paisajes y la arquitectura ibicenca porque tenía prevista una exposición después de su paso por nuestra isla en la Lefevre Galleries, la famosa galería de arte londinense de King Street en la que, además de Mss. Hodgkins, expusieron desde Degas a Francisco Bacon o Lucian Freud.

Sobre su estancia en la mayor de las Pitiusas nos ha quedado, además de sus cuadros cromáticos, expresionistas y a veces casi cubistas, con influencias de los pintores franceses Marc Chagall y Henri Matisse, una serie de cartas en las que la pintora le comenta a dos amigos, Karl Hagerdorn y Doroty Selby, en enero de 1933, que Ibiza «es muy bonita, que el clima es más frío de lo que se imaginaba». Incluso, Mss. Hodgkins se sorprende de esas tormentas breves y salvajes que le envuelven de tanto en tanto y añade que las casas «son muy frías» y que para mantenerse caliente antes de ir a dormir «lo mejor es pasarse un rato por algún café de Vila».

De hecho en Ibiza esta artista neozelandesa estuvo medio año y durante su estancia le fascinaron tres cosas de la isla: la vida simple y lenta, su historia y su cultura. Fruto de ello pintó gran cantidad de acuarelas, gouaches y bocetos para futuras pinturas al óleo empleando un estilo o lenguaje pictórico asombroso con el que refleja una ínsula distinta a la imagen tópica de las casas blancas y de la etnografía.

Además de estar en algunos museos importantes, los cuadros de Hodgkins se venden en algunas casas de subastas. Sin ir más lejos los de Ibiza pueden llegar a costar unos 250.000 dólares norteamericanos.

FRANCES MARY HODGKINS

Neozelandesa de nacimiento pero inglesa de adopción. Frances Mary Hodgkins (Dunedin, Nueva Zelanda, 28 de abril de 1869 - Dorchester, Inglaterra, 13 de mayo de 1947) era hija del abogado, pintor y figura artística de la ciudad W.M. Hodgkins y de adolescente asistió a la Braemar House, una escuela privada para niñas, y luego al Columba College.

Hizo su primera exposición en 1890, y en 1893 estudió con Girolamo Nerli, quien inspiró sus primeros éxitos, mientras iba a la Escuela de Arte de Dunedin. En 1901 dejó Nueva Zelanda para ir a Inglaterra, visitando Francia, Países Bajos, Italia y Marruecos, y a su regreso puso un estudio en Wellington aunque en 1906 regresó a Londres.

En 1907 presentó su primera exhibición sola en la ciudad y tras un paso por París y la Primera Guerra Mundial en 1929 se unió a la Seven and Five Society junto a Barbara Hepworth, Ben Nicholson y Henry Moore.

Continuó pintando superados los setenta años pese a sufrir de reumatismo y bronquitis. Se la recuerda por sus pinturas libres, creadas al final de su vida. Se inspiró ampliamente en Henri Matisse en su uso del color.