Katherine Mansfield // Tots els contes | PROA

Con una finísima sensibilidad para captar y recrear el comportamiento humano, el estilo de Katherine Mansfield fue seguido por numerosos escritores posteriores. Editorial Proa recoge por primera vez su obra completa en catalán. Mansfield es sin duda, para todo aquel que la lee con interés, una gran escritora de relatos y novelas cortas. Gracias a ella, la narración breve, que había perdido todo su prestigio en el siglo XIX, volvió a recuperarlo. Ella siempre reconoció que su maestro había sido Anton Chéjov. Ambos sabían que la vida es la historia de un fracaso, puesto que no es otra cosa que un deambular entre la realidad y el deseo. Su vida fue sólo eso, un deambular por los ambientes intelectuales de Europa, una historia de malentendidos y contradicciones con el entorno y en sus relaciones familiares y amorosas. Fue, en fin, una inadaptada que no conseguía arraigar en ningún lugar, a pesar de que conoció a personajes importantes, como editores, a los integrantes del grupo de Bloomsbury o al que sería su marido y editor, John Middleton Murry. Unos la encontraban atrevida e intrépida; otros, desvalida o turbia o hipócrita. En fin, como afirma una de sus biógrafas: «Durante su vida no gustó ni como persona ni como escritora, pero fue venerada como ambas cosas». Quienes no la conocimos pero la hemos leído comprendemos por qué. Porque nos fascina cómo consigue transmitir aquello que le importa, cómo en un simple detalle está la grandeza de toda una historia. Hace treinta años que leemos a Katherine Mansfield y siempre volvemos a ella cuando se nos olvida cómo se escribe sobre el aislamiento de los seres humanos. Probablemente es una de las mejores a la hora de escribir sobre la incapacidad de las personas para comprender a los demás o para hacerse comprender. Sus contemporáneos (Virginia Wolf, H.G. Wells…) la consideraron «fuera de serie» como escritora de relatos. La dificultad se halla, siempre, en saber transmitir cualquier situación o sentimiento sin describirlo. Mansfield dominaba esta forma de escribir. Demostraba así su visión de la vida, siempre tan inferior a como ella la podía imaginar o desear.