Doralice Souza, en el centro, ha vivido unos días inolvidables en la India.

La artista canaria afincada durante años en Ibiza, Doralice Souza, acaba de regresar de «cumplir el sueño» de colaborar con la Fundación Vicente Ferrer a través del proyecto Mata Ombres 2020.

Souza ha formado parte de una delegación balear compuesta por Pep Guerrero, Zulema Bagur, Amparo Sard, Riff Spanhi, Albert Pinya y Cristina Torbellina, comisionada por Antoni Torres Martorell y dirigida y coordinada por Isabel Pizà, Arancha Alvear y Sara Martínez.
Según explicó la pintora canaria a Periódico de Ibiza y Formentera, durante su viaje pintó en la escuela de Kuderu para la preparación e integración laboral de jóvenes de 20 a 25 años sin movilidad o con movilidad reducida el mural Love & Respect.

Antes de empezar, los chicos del centro hicieron una lista de sus animales favoritos «con 37 especies diferentes». Después, una vez sobre el terreno, «el director, el señor Oboulapathi, las profesoras, los alumnos y las trabajadoras se involucraron en la creación del mural al 200 %».

El resultado es «un fondo de formas de aire orgánico, con colores propios del gusto indio, brillantes y alegres para alejar la tristeza, y formas abstractas que llenaron mucho más que los 6x2 metros iniciales y con diez animales más de los previstos».

Inauguración y mural

Además, inauguraron una escuela construida gracias a las ventas de las serigrafías del proyecto Mata Ombres. Está en el pueblo de Temakal, una zona rural deprimida de Alur, a unas tres horas en coche de Anantapur. «La emoción que sentimos al ver el agradecimiento de una población con sólo 75 familias que viven en estado muy precario, no se puede explicar con palabras», confirmó Souza mientras aseguraba que «las miradas de cariño y felicidad en las caritas de los niños, los hombres y las mujeres se quedan guardadas para siempre en el corazón».

Por último, la pintora participó en un mural conjunto en la escuela inclusiva de Primaria, construida en 2017 en Anantapur para niños de entornos deprimidos, con o sin discapacidades visuales y con o sin movilidad reducida.

En este caso, cada artista creó una composición en la pared para hacer conjuntamente con los niños del centro. Ella creó un pavo real, «el ave que representa el estado», y un elefante, «que es animal venerado». En este último dibujo, pensando en los niños que son casi ciegos, trazó un perfil «por encima de las líneas principales para darle relieve».