El escritor y traductor Martí Sales acaba de publicar la traducción ‘Correus’, de Bukoski, y el libro de ‘Aliment’ (Club Editor). | MARIA VADELL

Charles Bukowski (1920-1994) es, al margen de gustos e intereses, uno de los autores más influyentes de la literatura del siglo XX. Ahora, su primera novela, Post Office (1971), podrá leerse también en catalán, bajo el título Correus, gracias al sello Quid Pro Quo y al traductor Martí Sales.

«Una de las cosas que hacen especial a Bukowski es que empezó a escribir muy tarde, rondaba los 50, y este primer libro nace de su experiencia como empleado de correos. Con los años vio que era un curro muy duro y, como siempre le había interesado la literatura, terminó escribiendo este libro», cuenta Sales. De hecho, con esta última frase termina Correus: «Podria escriure una novel·la, vaig pensar. I ho vaig fer. «Es muy bonito y, además, rompe con muchas ideas preconcebidas que tenemos sobre cómo se llega a ser escritor. En su caso, es desde un lugar muy común y, en principio, poco literario. Aunque todo puede ser muy literario si escribes bien, aun tratándose de una oficina de correos. De aquella experiencia concibió esta novela cojonuda», añade.

Hoy en día, a pesar del uso masivo del correo electrónico y Google Maps, Sales asegura que «la base de la experiencia fuerte del cartero es la calle y eso no ha cambiado, siguen pasando cosas y la gente sigue siendo imprevisible. Siempre que te relacionas de manera azarosa con un desconocido pueden pasar cosas sorprendentes». «Yo mismo, hace unos veinte años, mientras estudiaba Literatura Comparada me puse a repartir cestas de Navidad por Barcelona. ¡La de anécdotas que podría contar!», recuerda.

Lemas

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Sobre la manida y comercial etiqueta que pesa sobre la figura de Bukowski, el «enfant terrible» de las letras norteamericanas, Sales lo tiene claro: «Todos los lemas son un desastre y son frases reduccionistas. No puedes capturar a un autor en una sola frase o adjetivo. Bukowski bebía y escribía como lo hicieron tantos otros, el márketing no me interesa y poco tiene que ver con la literatura».

En este sentido, Sales afirma que «me imagino a Bukowski como a alguien intratable y divertido, puede que valga más la pena leer su obra que no tenerlo como compañero de trabajo o como pareja. Seguramente también podría decirse que era insoportable más que intratable, por la intensidad de tenerlo cerca. Es un nihilista y a la vez un hedonista, una combinación bastante interesante».

La genialidad del autor de Mujeres o La máquina de follar radica, según Sales, en la facilidad de leer sus textos. «Su imaginario es fácil de recibir y entender, porque reflejan un modus vivendi que todos hemos practicado en algún momento», apunta Sales quien confiesa que, a pesar de ser la primera vez que traduce a Bukowski, ya había trabajado, por ejemplo, a John Fante, que era su «ídolo». «La obra de Bukowski, al igual que la de Fante, tiene un marcado carácter oral y callejero, así que cuando me encontré con esa misma característica en Correus, era un campo que ya conocía», reconoce.

Por otra parte, Sales publicó hace pocos meses Aliment (Club Editor), un libro original y difícil de clasificar que toma forma de diccionario y gira en torno a la comida. «Más que la gastronomía, trata sobre las obsesiones que nos mueven, lo que nos enamora. La literatura y la cocina tienen en común el placer compartido. Ya lo dijo Josep Pla: la gastronomía nace por amor a alguien, sino simplemente es comer», subraya Sales.
En este sentido, el escritor y también músico recuerda muy bien que su niñera, que era mallorquina, le alimentaba de «galletes d’Inca». «Se llamaba Maria Antònia, estudiaba Filosofía y por las tardes me cuidaba. Mallorca es muy importante para mí, sentimentalmente, literariamente... De hecho, quería incluir en el libro una parte sobre el Fornet de La Soca, pero no pudo ser, al final, tienes que seleccionar y todo no cabe. Pero en el proceso de escritura e investigación de Aliment, Mallorca estaba muy presente», insiste.

Sales también forma parte del colectivo Cataclístics liderado por el artista Pedro Oliver. «Cada vez que nos encontramos hacemos una especie de proceso colectivo, nos instalamos en algún lugar y creamos un fanzine. Ahora lo estamos haciendo en Binissalem, pero no he podido acudir», lamenta.