Jaume Torres Roig quería ser piloto, pero en el año 1979 empezó a trabajar de temporada como instructor de windsurf. “Aquellos años eran el boom de este deporte”, recuerda. En principio, el trabajo de temporada iba a ser “algo provisional” pero, con el tiempo, aquello que debía ser un trabajo de meses se convirtió en una “pasión”. “Fue entonces cuando decidí junto con mi mujer fundar la sociedad Anfibios S. L en el 95, año en el que también empezamos en el buceo”, recuerda.

Además, durante ocho años, Torres fue el presidente de la Asociación de Buceadores de PIMEEF (ya disuelta), que consiguió, de la mano de todas las asociaciones de Balears, que se creara un decreto para regular la actividad del buceo en el Archipiélago. Sin embargo, no consiguieron la iniciativa de eliminar el canon que pagan para el funcionamiento de la cámara hiperbárica, gestionada por una empresa privada de la isla.

La empresa que dirige Torres junto con su mujer llegó a tener hasta diez empleados contratados, cifra que se ha ido reduciendo. Actualmente tienen cuatro trabajadores que mantienen en plantilla durante solo seis meses al año.

MENOS CENTROS. La situación de crisis, la dificultad normativa, los elevados costes para hacer la actividad, las jubilaciones y la falta de promoción son los principales motivos por los que muchos de los centros de buceo han dejado de existir en las Pitiüses. En este sentido, ahora no hay ni 15 empresas, “cuando hace seis años llegó a haber más de 20”, recuerda.

Sobre si han tenido que bajar los precios por la crisis, Torres afirma que los han mantenido durante estos cinco años: “Al final los hemos tenido que subir, pero muy por debajo de los costes, que se han incrementado a lo largo de estos años”. En este sentido, asegura que cobrando 54 euros por inmersión en una salida en la que participan seis personas (324 euros) “no cubrimos los gastos de la operativa”. “Entre que recibo a los clientes, preparo el equipo y salimos al mar son unas tres horas y media; y para salir al mar necesitamos un patrón, una barca que pagamos, unos seguros... La operativa diaria es muy costosa y no sale rentable”, asegura. A diferencia de otras empresas, Torres confirma que aunque “echamos un montón de horas” y “trabajamos duro tres o cuatro meses, no damos de baja la empresa en invierno”, con lo que deben seguir pagando los gastos todo el año.

El empresario precisa que esta situación de poco trabajo, y solo de tres o cuatro meses, es una situación que se da “en el resto del sector turístico”. “La temporada alta empieza a finales de junio o incluso principios de agosto, y si en septiembre hace buen tiempo es posible que se alargue hasta finales de ese mes. Si no es así, a mitad o antes ya disminuye la demanda. La temporada es demasiado corta para mantener costes tan elevados”, explica.

CERRADOS. En invierno, la mayoría de centros de buceo permanecen cerrados. “En esos meses tenemos todo por hacer. No solo puedes ofrecer buceo, tienes que ofrecer algo más a la gente que viene a la isla en invierno. Si alguien nos dice que viene una semana en concreto, abrimos el centro para que pueda bucear, porque somos de aquí, nos encanta bucear y también tenemos clientes de la isla”.

Pero incluso manteniendo abierto en temporada baja, el profesional asegura que el buceo es “más gratificante” practicarlo en los meses de verano, “cuando el agua está más caliente, aunque otoño es una época muy buena ya que el agua sigue estando a buena temperatura. En primavera está aún por calentar, pero se soluciona con un traje de neopreno un poco más grueso”. A ello hay que sumar la problemática de las conexiones aéreas en temporada baja e invierno, que son casi inexistentes en Eivissa para el mercado internacional.

DESCONOCIDA. Debido a los altos costes y la reducción de temporada, Jaume Torres tiene claro que su actividad es “puramente vocacional”. “Las empresas que nos dedicamos al turismo deportivo o activo en Eivissa es más por pasión que por economía, y esto no es suficiente para que el sector vaya en aumento”, precisa, quien tiene la convicción de que Eivissa sigue siendo hoy por hoy una gran desconocida a nivel mundial en el mundo del buceo y del turismo activo. “Los buceadores que ya han estado aquí nos hacen de promoción, pero hay millones de potenciales clientes a los que solo les llegan las magníficas discotecas que tenemos”, asegura.

Para este empresario amante de las actividades náuticas, Eivissa aún tiene mucho camino por recorrer para ser conocida en este ámbito. “Lo primero que tiene que pasar es que las instituciones se lo crean. Yo tengo mis dudas de si algún político se lo cree de verdad, o solo usan la imagen de los deportes en el turismo como quien pone un florero el día que tiene invitados. Creo que las instituciones todavía no lo han entendido y que a la isla le va demasiado bien con el tema de las discotecas, que no digo que esté mal, pero hay que diversificar”. En promoción “está todo por hacer, a pesar de los esfuerzos”.

Pero además de la promoción es importante que los centros apuesten por la calidad, un factor que también puede potenciar el turismo. “Los centros de buceo son como los restaurantes: los hay buenos y otros que no lo son”. Y esto afecta a la imagen turística de la isla, según Torres: “Vienen clientes preguntándome si hacer buceo en Eivissa es realmente seguro porque han estado en centros de la isla que lo hacen de manera pésima. Hay centros que no deberían ni funcionar por lo que están ofreciendo”, sentencia.

RIQUEZA. Torres tiene claro cuáles son los atractivos de los fondos marinos pitiusos: “Tienen muchas cosas en común con otros destinos del Mediterráneo, pero por supuesto tienen muchas pecularidades que deberíamos ser capaces de hacer llegar a esa cantidad de buceadores que aún no nos conocen”. Por ejemplo, los pecios del buque Don Pedro y la piscifactoría Mariana, fondos de posidonia, campos de gorgonia (un tipo de coral) y sobre todo muy buena visibilidad bajo el agua y una rica y variada fauna mediterránea. “Eivissa ofrece submarinismo añadido a todo lo demás que puedes encontrar; hay mucha gente que viene a Eivissa a disfrutar de la fiesta y de paso practicar submarinismo, o familias vienen a descansar y hacer deporte”. La posibilidad de combinar actividades es, según el buceador, un gran atractivo que “tampoco tenemos bien explotado”.

¿Y realmente es posible la desestacionalización en Eivissa? “Con la crisis ya ni se habla; nos conformaríamos hoy en día con poder desestacionalizarnos fuera de los dos meses de julio y agosto. Este es el reto actual: buscar clientes para tener una temporada aceptable más allá de julio y agosto”, concluye.