Vista panorámica de la zona del Pla inundada.

Al llegar en avión al aeropuerto de Son Sant Joan, desde el aeroplano se divisa una gran panorámica de tonalidades verdes y amarillas con grandes molinos de agua. Es la zona conocida como el Prat de Sant Jordi, una extensión de 3.000 hectáreas que fue desecada en el siglo XIX por el ingeniero holandés Paul Bouvy de Schorrenber.

Con esta desecación, el Pla de Sant Jordi se convirtió en una de las zonas más fértiles de la capital de Mallorca, ganándose el sobrenombre del “granero de Palma”. Su ubicación estratégica y su tierra fértil fue muy importante para la economía de la ciudad, hasta que en los años sesenta Mallorca empezó a abandonar el campo en pro del sector servicios, y en especial la restauración y hostelería.

Hoy, buena parte de esas 3.000 hectáreas están expuestos al proceso de degradación. Muchos payeses no cultivan ya sus tierras y los que lo hacen se limitan a sembrar alfalfa y maíz. Este abandono también provoca importantes inundaciones debido al elevado nivel freático del terreno. Plagas de mosquitos, inundaciones periódicas por cuestiones hidrográficas inherentes, malos olores, problemas de insectos por la presencia de agua encharcada, molinos caídos, etc... son algunas de las consecuencias de la degeneración progresiva de la zona, situada entre los núcleos urbanos de Sant Jordi, es Pil·larí, s’Aranjassa, sa Casa Blanca, Son Ferriol, el Coll d’en Rabassa y s’Hostalot.

Vecinos, ecologistas, agricultores y administraciones municipales coinciden en que debe haber un cambio para el Pla, aunque las soluciones no son fáciles dada su extensión e interés etnológico y patrimonial. Ante esta situación, el Ajuntament de Palma a través de la Empresa Municipal d’Aigües i Clavegueram, EMAYA, lanza una propuesta a sus conciudadanos: transformar el cenagal en una zona próspera y sostenible, capaz de generar energía verde para después venderla al aeropuerto o a los hoteleros de la Platja de Palma.

Así lo explica el presidente de EMAYA, Andreu Garau, quien ha elaborado el estudio del proyecto apostando por cultivos energéticos que se puedan transformar en biomasa, para después generar energía térmica. La propuesta -reconoce el presidente- no es sencilla, y para ello deben implicarse vecinos, payeses, AENA e industriales privados que quieran invertir en la construcción de esta fuente energética.

LOS DIFERENTES PASOS. “Supone la transformación social, económica y territorial del Pla”, explica Garau, para así solucionar una serie de problemas históricos, además de “crear negocio y prosperidad sostenible a los vecinos de la zona”. Para ello, Andreu Garau y su equipo proponen a los agricultores del Pla cambiar el actual cultivo de alfalfa y maíz que está en decadencia y con una rentabilidad limitada (entre 280 a 410 euros la cuarterada), por un cultivo energético de biomasa. Este cultivo, al recogerse, pasaría a una planta de combustión que podría ubicarse dentro de los propios terrenos de AENA y que lo transformaría en energía térmica. Esta energía sería la necesaria para abastecer en un primer momento al aeropuerto de Son Sant Joan de aire frío y caliente. “El aeropuerto podría estar dispuesto a comprar esta energía siempre que fuera al mismo precio de la actual o más barata”, comenta el presidente de EMAYA que ya ha mantenido reuniones con los diferentes sectores implicados.

La inversión más importante de este proyecto deberá venir de la mano de los “industriales dispuestos a transformar este tipo de energía”, explica el responsable de la empresa municipal. Para ello, el Ajuntament de Palma también se ha puesto en contacto con diferentes industriales de la isla además de inversores extranjeros que pudieran apoyar la propuesta. Esta implicaría una inversión inicial de unos 6 millones de euros. Aunque la inversión en su conjunto supondría más de 50 millones, según explica Garau.

¿QUÉ CULTIVAR? Un estudio realizado por EMAYA apunta tres posibles especies a cultivar: cardo (cynara cardunculus); chopo (populus sp.) o caña (arundo donax). Para Andreu Garau, cultivar caña sería lo más adecuado para el entorno y también la opción “más segura” para los payeses, que pasarían a tener una rentabilidad económica mayor que con sus actuales cultivos de alfalfa o maíz.

“Pasarían de una rentabilidad de unos 1.200 euros por hectárea a más de 2.000 euros con el cultivo de caña, además del beneficio social que implica tener los terrenos cuidados”, añade. Es más, el cultivo de caña podría realizarse con el sistema tradicional de riego, cosa que mejoraría el drenaje de la zona. Esta caña sería recolectada por los propios payeses para después ser transportada a la fábrica, en la misma zona, para convertirla en energía verde.

“Es un proyecto de transformación, de reversión de un problema de degradación territorial y económica, para proporcionar una alternativa con rédito económico con la que se duplicarían las ganancias de lo que hoy consiguen cultivando forraje y maíz”, aclara.

Pero además de la perspectiva económica para la población local, el proyecto posibilitaría también la recuperación arquitectónica tradicional de los molinos y fincas del Pla, ya que el proyecto prevé la creación de una fundación que anualmente destine una parte del capital para la rehabilitación del patrimonio etnológico. A todo ello hay que añadir la posibilidad de que Cort fije vías lúdicas de trekking y cicloturismo rural dentro del propio entorno paisajístico, una iniciativa más contra la estacionalización. Es más el cultivo de la caña “haría de cordón vegetal a Son Sant Joan, además de minimizar las aves que entran en el aeropuerto y también suponen un problema”, añade.

De momento, para iniciar el proyecto, sería necesario el cultivo de caña de unas 350-400 hectáreas, un 10% del potencial de toda la zona. Aunque, una vez en funcionamiento, podría extenderse a otras fincas ya que nos referimos a poco más de 50 propietarios. Por ahora no se contempla la producción de energía eléctrica, dado que el “actual marco regulatorio español no sería interesante económicamente”, añade Garau. Lo que sí que se prevé es la extensión del proyecto para abastecer de energía térmica a los hoteles de la Platja de Palma.

Andreu Garau matiza que el papel de EMAYA y de Cort sería de “catalizador”, pero que debe ser la iniciativa privada quien lo lance. Una vez en marcha, este proyecto pionero puede ser “exportado” a otros países con las mismas problemáticas.