Un numeroso grupo de viajeros llega a la estación de Sóller.

La riqueza paisajística de Mallorca permite a los millones de turistas que visitan cada año la isla volver a sus casas con un buen número de paisajes inolvidables grabados en su retina: el mirador de es Colomar en Pollença, Na Foradada entre Deià i Valldemossa, la playa de es Trenc de Campos o el Castell de Bellver en Palma. No obstante, una de las estampas más conocidas por los visitantes es la que proporciona el tren de Sóller en su recorrido por la Serra de Tramuntana.

El Ferrocarril de Sóller es una empresa centenaria para la que parece no pasar el tiempo. Viajar en sus vagones de comienzo del siglo XX es una experiencia que nos permite transportarnos a otra época, a un mundo que giraba más despacio y en el que las cosas bien hechas eran sinónimo de éxito.

No obstante esta primera imagen, la empresa constituida el 30 de julio de 1905 por 150 socios ha evolucionado mucho desde su creación. El Ferrocarril de Sóller ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, cambiando radicalmente su concepto de negocio, pasando de ser una empresa de transportes a una atracción turística. Este monumento rodante, considerado por los viajeros como el séptimo más atractivo de España, mueve actualmente más de un millón y medio de turistas al año entre el tren y el tranvía, con un volumen aproximado de negocio de 9.000.000 de euros.

CAMBIO DE MODELO. Durante sus más de 100 años de historia, el Ferrocarril de Sóller ha tenido que hacer frente a muchos cambios que han afectado de una forma u otra a su negocio. La aparición de los camiones cambió la forma en la que los productos sollerics salían del valle; con la llegada de los coches bajó el número de pasajeros y la apertura del túnel en el año 1997 en la carretera que une Sóller y Palma acabó de decantar el transporte público hacia los autobuses. También sufrió por la desaparición de la base naval militar del Port de Sóller, que durante muchos años proporcionó un buen número de usuarios.

El comienzo del siglo XXI parecía que iba a marcar el final de trayecto de esta aventura iniciada un siglo antes por un grupo de visionarios. El descenso de usuarios abocaba tanto al tren como al tranvía a la desaparición, hasta que un grupo de empresarios locales se unieron para lanzar un flotador al ferrocarril y salvar así la puerta de entrada de turistas más importante para el valle, conscientes del duro golpe que sufrirían sus negocios con la desaparición del tren.

El nuevo consejo de administración dio una vuelta de tuerca más al modelo de negocio del ferrocarril, centrándose en el transporte de turistas, adaptándose a sus horarios y al de los touroperadores. Se mejoró el servicio de tranvía para que todos los viajeros que llegaban en tren pudiesen ir al Port de Sóller en sus jardineras sin necesidad de hacer incómodos transbordos en autobús, además de implementar otras medidas, como el Tren de l’Art, para añadir valor a la experiencia, ya de por sí atractiva, del viaje en tren a través de la Serra de Tramuntana.

Para el presidente del consejo de administración del Ferrocarril de Sóller, Óscar Mayol, está claro que en estos momentos la empresa no tiene sentido como transporte público y que es el turismo la que la mantiene viva. “El transporte público es más un servicio social y hoy en día no está pensado para ganar dinero”, explica.

Así, desde la entrada en la empresa de los nuevos accionistas, el Ferrocarril de Sóller no solo ha vuelto a ser rentable, sino que ha recuperado su faceta como generador de riqueza para otros negocios de la Vall, gracias los aproximadamente 800 turista que transporta cada día. Tanto es así que es la única empresa ferroviaria no deficitaria de España.

En los últimos ejercicios, el tren de Sóller ha superado los 700.000 viajeros por año, mostrando una cierta recuperación, aunque aún está lejos de los 1.117.779 usuarios que registró en la campaña de 1999. Por su parte, el tranvía se va acercando nuevamente al millón de viajeros, cifra que superó en los años 2007 y 2008 con 1.002.159 pasajeros y 1.012.821, respectivamente.

Entre los dos, tren y tranvía, mueven cada año alrededor de 1,5 millones, generando un volumen de negocio que ronda los 9.000.000 millones de euros.

MONUMENTO RODANTE. El atractivo tanto del tren de Sóller como del tranvía se debe en gran parte, además de los espectaculares paisajes que atraviesan, a su maquinaria: locomotoras y vagones que son verdaderos monumentos sobre ruedas.

Para mantener su estado en perfecto funcionamiento es imprescindible el mimo que ponen sus 108 empleados en todos los aspectos del trabajo diario. Mayol describe la relación de estos con la empresa de “familiar”, y no es ningún secreto en Sóller que aquel que entra a trabajar en el Ferrocarril ya no quiere salir.

El trabajo de mantenimiento de los 34 kilómetros de vías que unen el Port de Sóller y Palma es constante. La compañía aprovecha el parón invernal para realizarlos ya que, como empresa turística, también se ve afectada por la estacionalidad. El cuidado de los vagones es totalmente artesanal, y si faltan piezas las fabrican en los talleres de la estación.

La estación de Sóller está situada en una espectacular mansión noble de piedra que data del año 1606. Además, los visitantes pueden disfrutar de dos salas de exposición dedicadas a Miró y Picasso promovidas por la Fundación Tren de l’Art. La primera sala expositiva sobre Miró se debe a los nietos del artista, y la segunda al presidente de honor del Grup Serra, Pere A. Serra, instigador, según apunta Óscar Mayol, de intentar aportar al tren “algo más que sol y playa”. Esta relación con la cultura se completó con la inauguración, el año 2009, del Museo Modernista de Can Prunera.