Jaume Gelabert dirige la empresa SillasMenorca S.L., con veinte años de trayectoria. | Josep Bagur Gomila

Si la abarca, la ginebra y el queso forman parte del paisaje de productos típicos de Menorca, quizás el cuarto invitado debería ser la silla plegable menorquina. Conocida también como silla de director o en su nombre genuino y registrado de “coca rossa”, sus orígenes se remontan hacia 1920, cuando se empezaron a fabricar en Ciutadella de forma artesanal, creando así un producto que ha perdurado a lo largo del tiempo como un signo de identidad local. Hace veinte años, Sillas Menorca S.L. decidía apostar por este producto tan emblemático y característico, iniciando su singladura industrial sobre la silla Menorca con el objetivo de fabricarla, comercializarla y distribuirla a nivel nacional e internacional. La aventura fue cuajando con el paso del tiempo y, hoy en día, esta empresa de origen familiar se mantiene como una de las pocas que todavía quedan en nuestro país con una notable presencia en los mejores establecimientos de hostelería y restauración. La silla de Menorca sigue siendo un producto que destaca por su comodidad, su versatilidad y su diseño.

ORIGEN. En 1994, el empresario Jaume Gelabert Quetglas tuvo la idea de industrializar la fabricación de un producto nacido en Ciutadella como la silla Menorca. Hasta el momento se fabricaba de forma artesana, pero pensó que si introducía mejoras en la técnicas de fabricación y en el propio diseño para poderlo expandir a nivel nacional, estaría trabajando un mercado sin explotar que podría convertirse en un negocio próspero. Junto a su hijo Jaume decidieron instalarse en una nave de mil quinientos metros del polígono de Ferreries donde arrancaron todo el proceso. “La idea de mi padre fue abrir la silla menorquina fuera del mercado local y con ello industrializar su fabricación, si bien no queríamos perder la esencia de la tradición”, explica Jaume Gelabert Fuxa, gerente de Sillas Menorca. “Se introdujeron innovaciones para facilitar los cambios de tela de las sillas, un pliegue más fácil o la supresión de anclajes que tenía la silla original”, relata Gelabert. “Decidimos apostar por la autenticidad, la calidad y el servicio en un mercado inundado de sillas de director de plástico fabricadas en China”, detalla.

“Nosotros utilizábamos la madera, lo que daba un acabado y una presencia que no tenían las importadas, además de establecer un control de calidad y dos años de garantía con una fabricación en serie. Tratábamos de hacernos competitivos pero por diferenciación”, señala Gelabert.

CLIENTES CERVECEROS. Su cartera de clientes la forman en gran parte empresas del sector de la hostelería, principalmente fabricantes o distribuidoras de bebidas como las de la industria cervecera, que se dieron cuenta de que la silla podría ser un elemento de propaganda y fidelización para bares y restaurantes. “El hecho de poder personalizar las sillas y hacer producciones en exclusiva o a medida nos abrió las puertas de nuevos clientes.

Estamos trabajando o hemos trabajado para las empresas más importantes y esto nos ha hecho tener una presencia en prácticamente toda España”, explica el gerente de Sillas Menorca. “En los mejores momentos de nuestra historia llegamos a producir seis mil sillas mensuales, empleando unas cuarenta personas entre trabajos directos e indirectos, aunque ahora, con la crisis, estamos entre las tres mil y cuatro mil con la mitad de la plantilla”, cuenta Jaume Gelabert. “Empezamos con las sillas pero abrimos nuestro catálogo también a los balancines, las hamacas y las mesas en un mercado en el que, poco a poco, nos hemos convertido en un pequeño referente”, detalla. “Hace seis años incluso estuvimos en conversaciones con el fabricante sueco Ikea, porque nos solicitó desde su central de compras de París si le podíamos fabricar la silla para ellos, aunque los precios y las calidades que nos demandaban lo acabaron descartando”, concluye.

EXPORTACIÓN. Las sillas que se fabrican en Ferreries también se exportan a Europa, prácticamente desde el principio. Alemania, Francia y los países nórdicos son los principales mercados, aunque recientemente se han expandido también a Italia. “Estamos participando en un plan de actuación para la exportación con la Cámara de Comercio, que nos ayuda en nuestro esfuerzo comercial”, explica el gerente. “También hemos abierto una tienda online que nos permite vender fuera, y es que la silla de Menorca ha vivido estos últimos años un efecto moda que hace que nos lleguen pedidos de todas partes. Incluso una vez una pareja nos solicitó que personalizáramos doscientas sillas para una boda”, relata Jaume Gelabert. “No resulta fácil sobrevivir en el mercado del mueble y por eso nos tenemos que abrir a nuevos mercados que todavía nos quedan por explotar. Tenemos una estructura empresarial ajustada, luchando con los costes y la financiación como la mayoría de empresas de Menorca, pero con un buen ritmo de trabajo”, concluye.

FABRICACIÓN. El proceso de creación de la silla Menorca vive tres etapas desde la llegada de la madera a fábrica hasta el control de calidad y embalaje a destino. Al principio utilizaban madera de pino local pero las necesidades crecientes de producción fueron haciéndolo inviable. “Utilizamos haya, que es una madera dura y limpia”, explica Jaume Gelabert. El primer paso productivo de fabricación, montaje y ensamblaje prosigue con el barnizado al agua de la silla. “Cuando entró en vigor el Protocolo de Kioto para la reducción de gases, pasamos de la pintura hecha con pistolas y materiales disolventes al proceso de barniz por inmersión, cosa que también nos agilizó el proceso de fabricación”, detalla el gerente. “Con el sistema innovador de sujeción de tela que mejoramos para facilitar su desmontaje y limpieza, creo que hicimos una contribución a la perdurabilidad de la silla”, explica Gelabert. “La personalización con lonas de cualquier color, o últimamente con lonas acrílicas que se secan más rápido, también nos está diferenciando. Este año, por ejemplo, el color blanco para las maderas se está imponiendo en muchas terrazas”. Todo el proceso se realiza desde la fabrica de Ferreries, dando mucha importancia a los controles de calidad que acaban plegando la silla antes de su envío. “El año pasado falleció mi padre, pero hemos seguido con mis hermanos el negocio, imprimiendo el mismo espíritu empresarial que lo hizo nacer. Me decía hace poco un distribuidor cervecero importante que ya somos una las pocas empresas que quedan en España porque muchas otras han cerrado. Nosotros seguimos ilusionados como el primer día”, concluye.