La sucursal del Banco de España en Palma, en la calle Sant Bartomeu. | ultimahora.es

José Luis Rodríguez Zapatero afirmó en septiembre de 2008 que el sistema financiero español es “el más sólido del mundo”. El entonces presidente del Gobierno insistió en la calidad del sistema de supervisión. Hoy ya sabemos que Rodríguez Zapatero se equivocó y que el sistema financiero era débil y los mecanismos de supervisión no eran los adecuados.

España ha tenido que acometer importantes reformas estructurales que han modificado las normas de juego del sistema financiero, que hoy sí puede presentarse ante Europa como sólido.

Los motivos de la crisis son múltiles y diversos, aunque la sobreexposición a los activos inmobiliarios ha sido determinante. A finales de 2007 el crédito al sector de la construcción representaba casi el 26% del total, aunque el porcentaje se elevaba al 29% en el caso de las cajas de ahorros. Esta situación convirtió a algunas entidades en especialmente vulnerables al deterioro del sector inmobiliario.

La normativa ha endurecido las exigencias tanto de capital como de provisiones, al tiempo que ha intentado optimizar la gestión. El sistema financiero español presentaba una peculiaridad inédita en Europa: la existencia de las cajas de ahorro. La reestructuración completa del sistema de cajas ha provocado su conversión en bancos con solo dos excepciones: Caixa Colonya y Caixa Ontinyent. Además, y aún están en proceso, se han desarrollando diferentes procesos de fusión.

La popular Sa Nostra forma parte ahora del Banco Mare Nostrum, tras fundir sus activos y pasivos con Caja Granada y CajaMurcia. El centro de decisión de BMN ya no está en Balears, sino que ahora la práctica totalidad de las decisiones se adoptan en Murcia. En cualquier caso, sa Nostra-BMN mantiene su especial apego -y siempre será así- por Balears, donde dispone de una elevada cuota de mercado.

Cuando se han tenido que utilizar fondos públicos, tanto Europa como Madrid han priorizado que el coste sea mínimo para los ciudadanos. De todas maneras, Ignazio Angeloni, miembro del Consejo Supervisor del Banco Central Europeo, calculaba días atrás que el rescate de las cajas de ahorros podría costar a la economía española cerca del 3% del Producto Interior Bruto (PIB). Angeloni acusó al Banco de España de cometer “errores muy importantes”. Por otro lado, Fernando Restoy, subgobernador del Banco de España, explicó el pasado viernes que el estado se encuentra en vías de recuperar alrededor de 3.000 millones de euros del total de ayudas públicas concedidas al sector financiero y concretó que se refería principalmente a los 1.760 millones de la venta de Novagalicia Banco y a la venta del 7,5% de Bankia el pasado mes de febrero.

Con la futura Unión Bancaria, a partir de noviembre de 2014 los 130 bancos más importantes de Europa, que acumulan el 85% de los activos de la Eurozona, serán supervisados por el Banco Central Europeo. Este mecanismo dará tranquilidad a todos los agentes, ya que los bancos dejarán de valorarse por su nacionalidad y el riesgo será compartido. Además, se han evitado recapitalizaciones que sirvan para mantener con vida entidades inviables.

La solidez del sistema no puede fundamentarse en las normas, sino en el modelo de supervisión, que también ha sido reformado por completo. Es evidente que no sirve de nada disponer de una rigurosa normativa si, finalmente, no se cumple.

Dotar de confianza a la ciudadanía es también fundamental para cualquier sistema financiero. En este sentido, son muchos los ciudadanos que han visto cómo sus ahorros colocados en preferentes u algún otro activo tóxico han perdido toda o gran parte de su inversión.

La multimillonaria salida a bolsa de Bankia, por ejemplo, o las preferentes colocadas por diferentes entidades han provocado sustanciales pérdidas entre los ahorradores. Recuperar la confianza perdida no será fácil ni rápido, pero es indispensable.

Las entidades bancarias se esfuerzan especialmente para presentarse ante los ciudadanos como entidades indispensables para colectivizar la recuperación económica. El grifo del crédito continúa casi cerrado, aunque proliferan las entidades que son conscientes de la necesidad de que liquidez fluya hacia las empresas.

La devaluación del valor de los bienes inmuebles ha sido el principal problema de muchas entidades, que vieron cómo sus activos no valían lo que reflejaban sus cuentas.

En cualquier caso, la realidad es que el sistema financiero español no era tan solvente como parecía. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, atribuyó la semana pasada la responsabilidad al Banco de España. Explicó que no puede culpabilizarse a Europa de los errores y recordó que siempre que el Banco de España era interrogado sobre la salud económica de las cajas de ahorros la respuesta era que “magnífica”. No obstante, Barroso admitió los esfuerzos que está haciendo el gobierno de Mariano Rajoy.

Las palabras de Durao Barroso recibieron respuesta de Luis María Linde, gobernador del Banco de España. Linde recordó el coste que ha tenido que pagar cada país para resolver el problema financiero. En este sentido, aseguró que Alemania se gastó 143.000 millones; Irlanda, 65.000; Grecia, 67.000; Inglaterra, 123.000 y España, 88.000. En cualquier caso, Linde reconoció también que el supervisor pudo hacer algo más para que la crisis de las cajas no fuera tan grave. Además, incidió nuevamente en la necesidad de reducir el déficit público y cumplir con las exigencias de Europa.

OFICINAS. El negocio bancario ha cambiando mucho en poco tiempo. Y la política expansiva de hace unos años se ha convertido ahora en ajustes severos, aunque los grandes bancos no han dejado de acumular beneficios.

Años atrás, siempre sin descuidar los márgenes de beneficios, el crecimiento fue exponencial en el número de oficinas. La idea de acercarse al cliente, de estar cerca de su casa, era prioritaria. La crisis, las nuevas tecnologías y el uso masivo de las tarjetas de débito y crédito han variado de forma importante la política de los bancos. Hoy, las oficinas bancarias se han convertido en colocadoras de servicios tales como seguros de hogar, de vida, de vehículos, o planes de pensiones.

Desde el año 2009, cuando había en Balears un total de 1.261 oficinas bancarias, el número ha ido decreciendo de forma importante. Los bancos han ido cerrando todas aquellas oficinas que no cumplían con las expectativas. Todas las no rentables han cerrado puertas con alguna excepción a la que desde la dirección se ha “indultado” por sus posibilidades de crecimiento. Además, el proceso de reconversión bancaria con fusiones y compras ha provocado que en algunos lugares cohabitaran dos oficinas de la misma entidad a escasos metros. En consecuencia, una de las dos ha sido clausurada.

Así, el número de oficinas bancarias ha ido disminuyendo, situándose en 2014 en 965. Es decir, en los niveles de 1996, cuando existía un total de 971 abiertas. Se han desprendido de una cuarta parte.

El proceso de reconversión bancaria no ha finalizado aún y no pueden descartarse más cierres, aunque a un ritmo muy inferior al de los últimos años.