A falta de todas las opiniones y proyecciones de negocio que resultarán de las múltiples reuniones que se han mantenido en la ITB –la feria turística más importante a nivel mundial que tuvo lugar la semana pasada en Berlín–, todos los indicadores auguran una temporada turística muy exitosa. Las últimas noticias apuntan a ocupaciones altas y, lo que es aún mejor, a una temporada de 7 meses, con un aumento muy significativo del turismo nacional.

Gracias al nuevo marco normativo que ofrece un entorno jurídico seguro, más flexible y adaptado al momento económico que estamos viviendo, los empresarios turísticos llevan meses centrados en la renovación y mejora del producto, abriendo nuevos hoteles en la ciudad, batiendo récords en inversión y reforzando la imagen de nuestras Illes Balears como destino turístico con múltiples experiencias los 365 días del año. Sin seguridad jurídica no hay inversiones, y la nueva Ley General Turística y los decretos de zonas maduras etc. han conseguido lo que hace muy pocos años parecía imposible: contabilizar en este invierno casi 600 millones de inversión privada en Mallorca, en construcción y reforma de hoteles y oferta complementaria.

Si todo resulta como esperamos este año, no hay dudas, ¡tendremos una buena cosecha! En tal caso, la siguiente pregunta sería: ¿estamos preparados para maximizar los ingresos?

O mejor, como dice uno de los sabios refranes mallorquines: ¿para “recollir la cera quan cau”?

Aprovechemos esta buena temporada para acelerar el retorno de nuestras inversiones y continuar apostando por un turismo de calidad, donde el cliente busca nuevas experiencias, además de sol y playa, y donde el precio –siempre importante a la hora de decidir– se corresponde a: “Gracias por superar mis expectativas. Tornarem!”.

Pero ¿cómo adaptamos los precios a la relación oscilante entre oferta y demanda, cuando han quedado fijados con un año de antelación en los contratos y congelados hasta la siguiente temporada? La única respuesta posible: aprovechando el nuevo modelo de negocios turístico y apoyándonos en las nuevas tecnologías de distribución.

Todos los objetivos y estrategias apuntan al cliente digital, que tiene una multitud de opciones a la hora de efectuar la compra de sus viajes directamente en la web y cada vez más accesible en su móvil; las nuevas plataformas de distribución hotelera nos ofrecen la posibilidad, siempre respetando la paridad de precio en todo momento y en todos los canales, de modificar nuestra oferta adaptándola a la coyuntura de cada momento, permitiéndonos maximizar nuestros ingresos en cada instante.

Por ello, una vez más, los responsables del turismo, desde las diversas instancias, debemos promover la adaptación tecnológica, pero también “cultural”, de los distintos actores, para que, cada vez más, la cadena de valor turística sea una “cadena digital”.