Hace unos días se celebró el último debate sobre el Estado de la nación de esta legislatura y, posiblemente, el último del bipartidismo.

En su discurso inicial el presidente Rajoy puso un énfasis especial en desgranar los principales indicadores macroeconómicos alcanzados en 2014 para justificar, como es natural, el mensaje optimista que el Gobierno viene reiterando desde hace unos meses de que España ha iniciado la senda de la recuperación, lo que, por otra parte, siendo cierto, no quiere decir exactamente que nuestro país haya salido de la crisis.

Es verdad que el finiquitado 2014 ha sido en líneas generales un año positivo con un crecimiento del Producto Interior Bruto del 1,4 por ciento. También en términos de empleo se ha dado un paso importante en la buena dirección, rompiendo la tendencia negativa de destrucción de puestos de trabajo que arrastrábamos desde el inicio de la crisis en 2008. No obstante, mientras la tasa de paro se sitúe en el entorno del 24 por ciento (en la eurozona la media es del 11,2%) nos queda aún mucho trabajo por hacer en este campo. Este, sin duda, sigue siendo el principal problema que tiene nuestro país.

Otro de los graves desequilibrios al que tenemos que hacer frente es el de nuestra importante deuda pública (100% del PIB). Esta se ha producido debido a los déficits presupuestarios generados año tras año desde el inicio de la crisis. El servicio (pago de los intereses) de esta abultada deuda pública es asumible en las actuales circunstancias y compatible con nuestro compromiso de consolidación fiscal a medio plazo, gracias a que nuestra prima de riesgo está hoy por debajo de los 100 puntos básicos como consecuencia de la compra masiva de deuda soberana anunciada por el BCE y que se hará efectiva mensualmente a partir de los próximos días. No conviene olvidar que en 2012 la prima de riesgo se llegó a situar en los 638 pb y únicamente la decidida intervención del presidente Draghi de que “haré lo que sea para preservar el futuro del euro; y créanme, será suficiente”, nos salvó del rescate.

Otro problema no menor al que igualmente debemos hacer frente es el de nuestro déficit exterior. Somos el primer país del mundo en deuda externa en porcentaje del PIB. Para corregir este desequilibrio debemos trabajar con el objetivo de revertir nuestro persistente déficit comercial. En este sentido, no existe otra terapia que mejorar la competitividad de nuestras empresas con el propósito de incrementar su proyección exterior. Ahora tenemos una oportunidad de oro. La actual política monetaria expansiva del BCE no solo está favoreciendo, con la devaluación del euro, el precio de las exportaciones sino que, además, según los expertos, tendrá el doble efecto positivo de fomentar el consumo y corregir la inercia negativa de la inflación.

Así pues, aunque los efectos perversos derivados de la crisis siguen presentes en nuestro país (paro, deuda pública, deuda externa, mayor desigualdad en términos de renta y riqueza), no es aventurado pensar que lo peor de la crisis ha pasado y que, previsiblemente, 2015 marque, con un incremento del PIB en torno al 2,4%, un punto de inflexión, preludio de un periodo de mayor crecimiento y prosperidad para el conjunto de los ciudadanos.