A nadie escapa el hecho de que Eivissa podría considerarse a nivel mundial como un destino relacionado con el lujo. Para los microeconomistas, los bienes de lujo son aquellos cuya demanda aumenta en una proporción superior a la que aumenta la renta del consumidor (elasticidad-renta > 1). Para que nos entendamos: mis ingresos aumentan en un 5% y mi consumo en viajes exóticos o joyas aumenta en un 10%.

El problema que le veo a conformarnos con esta definición de “lujo” es que puede mostrarnos una excesiva simplificación de la realidad y solo toparnos con ella cuando sea demasiado tarde. Por ello quiero traer al debate sobre el mercado del lujo la existencia de calificaciones más concretas para aquellos bienes y servicios que, por su anormal comportamiento, podrían identificarse mejor con la realidad del mercado del lujo en las Pitiüses.

En primer lugar citaré a los llamados “bienes Veblen” -en honor a Thorstein Veblen (1857-1929), sociólogo y economista norteamericano-, cuya demanda aumenta cuando aumenta la renta (como los bienes de lujo) pero aumenta todavía más y de forma sorprendente… cuando aumenta su precio. Por ello vemos que su consumo aumenta más cuanto más aumenta su precio y, por tanto, se vuelven todavía más exclusivos, es más, si bajaran de precio se reduciría ese interés por poseerlos.

Relacionado con los “bienes Veblen” está el “efecto bandwagon (arrastre)” o “efecto moda”, que tiene su origen en el comportamiento gregario que presentan ciertos consumidores: “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”. Está relacionado con un consumo irracional por el hecho de que mi entorno lo consume (algo muy propio de los adolescentes). Muy pronto lo veremos con los smartwatch.

No conviene olvidar lo que se conoce como “bienes posicionales” y cuyo valor reside únicamente en que muestran nuestra posición o estatus respecto a los demás. Lo importante no es asistir a un restaurante caro por la calidad de sus platos sino mostrar a mi entorno que he conseguido una reserva en dicho establecimiento. El matiz, por tanto, es mucho más sutil: “No voy a un concierto de X porque me guste el intérprete sino porque voy a ubicarme en algún sitio estratégico y voy a consumir determinados productos”... Para que me vean.

Por motivos de espacio no es posible extenderme a otros tipos de bienes pero, en cualquier caso y prometiendo hacerlo, propongo dejar de hablar de “lujo” -a secas- y comenzar a definir un poco más los productos/servicios que nos gustaría ofrecer.