Juan Lillo Galindo es la cuarta generación de la empresa. | J. J. Monerri

El aroma a vainilla y el sabor dulce de los barquillos que crujen con cada bocado se asocia en Mallorca al apellido Galindo, una marca que evoca los recuerdos de las Navidades que pasamos en familia. Barquillos Galindo es un negocio que dirije actualmente Juan Lillo Galindo, la cuarta generación de una empresa familiar que apuesta por la máxima calidad de sus productos y que innova para satisfacer las demandas de sus clientes. Barquillos Galindo vuelve a casa cada Navidad, pero sus productos se pueden encontrar en supermercados, mercados y heladerías todo el año.

La receta es el secreto mejor guardado de Juan Lillo, al frente de una pequeña empresa que conserva clientes fieles al barquillo mallorquín, más grueso y sin aditivos. “Nosotros hacemos un producto de primera calidad y sin conservantes ni colorantes”, indica orgulloso.

Salvador Galindo y Josefina Rodríguez, sus tatarabuelos, llegaron a Mallorca procedentes de Valencia. Lillo conserva un documento de Industria que certifica que la empresa estaba inscrita ya en 1927 y la fundaron con alrededor de 8.000 pesetas gracias a la ayuda financiera de una familia mallorquina. Juan está orgulloso de seguir la tradición empresarial de la familia, porque “hay muchos negocios que se fundaron en 1927, pero no que continúen siendo de la misma familia”, asegura.
El negocio pasó a su abuelo, también Salvador Galindo, y posteriormente a su madre, María Nieves Galindo Vidal, una mujer “sin estudios, pero un lince para los negocios”. María Nieves, que falleció hace unos años, cedió el testigo a sus hijos, pero finalmente Juan se ha quedado la empresa, donde trabaja desde los 18 años. Juan espera que su hija Neus, que tiene mucha ilusión por seguir el negocio, sea la quinta generación.

La producción de barquillos es muy estacional, ya que en Navidad concentran el 70% de sus ventas. “Durante todo el año trabajamos dos personas, Ignacio Plomer y yo, y en septiembre ya empezamos la campaña de Navidad y aumentamos la plantilla hasta cuatro personas. Ignacio y yo producimos y el resto del personal se encarga de envasar”, explica.

Durante el resto del año su demanda procede fundamentalmente del sector hostelero, para el que elaboran barquillos cortos, abanicos y cucuruchos para acompañar los helados.

Durante la campaña de Navidad pueden elaborar en un día 15.000 barquillos largos, que se empaquetan en envases de 25 unidades. La empresa dispone de una extensa variedad de productos, entre los que destacan los barquillos sin azúcar y los artesanales.

SUGERENCIA ANÓNIMA. Juan Lillo recibió hace algunos años una carta anónima de un cliente que sugería la elaboración de productos sin azúcar. “Una vez más se acerca la Navidad y las personas diabéticas no podemos disfrutar de vuestros barquillos”, se lamentaba, una reflexión que no se le olvidó al propietario. Años después su hija fue diagnosticada de diabetes y sin pensárselo dos veces, Juan se puso a investigar. Finalmente encontró un sustitutivo del azúcar ideal para sus barquillos y ya los comercializa con éxito con unas ventas de aproximadamente 8.000 paquetes al año. “Con los barquillos sin azúcar no gano dinero, porque el material es más caro y no aplico el margen que tocaría al precio de venta, pero estoy satisfecho de que todos los diabéticos puedan comerlos sin preocuparse”, indica.

Hace veinte años también crearon una nueva línea de productos artesanos. “Estos barquillos son especiales, llevan huevo fresco y canela molida y se enrollan uno a uno a mano, es un trabajo laborioso pero los clientes lo aprecian”, explica Juan Lillo.
Al ser una empresa tan pequeña, el propietario toca “todas las teclas”. “Yo soy el comercial, el contacto con los proveedores, con los clientes, el facturador y el repartidor, y si tengo que fabricar, fabrico”, apostilla Juan, mientras remarca que los trabajadores son “vitales”. “Les tengo que agradecer su esfuerzo y su dedicación, especialmente a Ignacio Plomer, que sabe casi más que yo de barquillos”, dice riendo.

Galindo distribuye a mayoristas y supermercados, y ellos a su vez reparten los productos a todos los pequeños comercios sobre todo de Mallorca pero que también llegan a Menorca, Eivissa y Formentera. Una pequeña parte de su producción también se exporta a la Península gracias a la marca Capuccino, una compañía de cafeterías de Mallorca que tiene establecimientos en Madrid y Valencia.

Y aunque Juan Lillo no reparte directamente al pequeño comercio y a la hostelería, sí que hace algunas excepciones. “Conservo algunas tiendas a las que sirvo directamente porque ya lo hacía cuando vivía mi abuelo. Por ejemplo, establecimientos emblemáticos como La Pajarita o el Forn del Recó, y algunos puestos del Mercat de l’Olivar o de Santa Catalina. Y también reparto a algunas heladerías”, comenta.

Barquillos Galindo también ha fabricado para una gran cadena de supermercados. “Hace 15 años concursamos para producir barquillos para toda España. La experiencia fue muy buena, pero estábamos las 24 horas trabajando para clientes que no sabían que comían barquillos Galindo, porque era una marca blanca, y nuestro negocio en Mallorca peligraba. Así que lo dejamos para centrarnos en atender mejor a nuestros clientes de aquí”, explica Lillo, que aprendió una gran lección: “Es importante saber qué comemos y de dónde sale, y tenemos que proteger los productos hechos en Balears porque no solo son de aquí, sino que son de mejor calidad”, defiende.

Los barquillos de Navidad son Galindo en muchas casas de las Islas, y su propietario tiene una única meta: seguir trabajando y sirviendo a sus clientes los barquillos “de toda la vida”.