Ya hace muchos años que el equilibrio intersectorial de Farré, Marimon y Surís ha desaparecido de Menorca. Tres décadas han transcurrido desde su dilución, como así lo constato empíricamente en mi tesis doctoral, en la cual detallo las causas y las consecuencias de la ruptura del modelo anterior y, lo que todavía es más importante, propugno un nuevo modelo de crecimiento para Menorca, liderado por el sector turístico pero vigorizado con servicios de mayor valor añadido –sectores cuaternario y quinario–, en paralelo al mantenimiento de las pulsaciones industriales. Una verdadera hoja de ruta que se cimienta sobre la reciente historia económica de Menorca y que se traza hacia un futuro de economía aplicada.

Un modelo que permitiría vertebrar una economía insular más resistente, capaz de emerger de la letanía y el desencanto que han caracterizado los últimos tiempos. Y esto porque el nuevo modelo económico que propugno en mi investigación incluye propuestas concretas para cada sector económico y, aún más, el preciso engranaje de su conjunto, a fin de potenciar las correctas sinergias intersectoriales, con el adecuado impulso que los sectores cuaternario y quinario pueden imprimir. Toda una hoja de ruta que define, a las claras, un plan estratégico para Menorca. Y esto no es cosa banal, puesto que una breve síntesis de esta nueva vía menorquina de crecimiento ha sido aceptada y publicada en el Boletín Económico de Información Comercial Española, del Ministerio de Economía y Competitividad. Y recalco “síntesis” porque en doce páginas solo es posible esbozar determinadas pinceladas de lo que conforma una sólida vía de crecimiento, fruto de una concienzuda investigación realizada durante años. En consecuencia, una vez que el mundo académico avala los resultados de la investigación, el nuevo reto que ahora se abre es constatar si Menorca será capaz de aplicarla o, al menos, de iniciar un riguroso debate con el objeto de determinar qué modelo económico nos conviene. Sin embargo, de la letra a la práctica hacen falta muchos más esfuerzos y compromisos, que tienen que ser consensuados y ejecutados por el conjunto de la sociedad. No podemos esperar que sea un único agente, un tercero, la administración pública, quien nos resitúe en el buen sendero del crecimiento y la prosperidad. Es imprescindible exigir un gran pacto social entre todos los agentes económicos implicados –públicos y privados–, que incluya todos los sectores, con el fin de marcar unas muy bien definidas líneas rojas, que se tengan que respetar con independencia de ideologías y otras creencias y, sobre todo, que sean el resultado de la meditación postcampaña electoral, para no caer en mensajes tipo eslogan pero que, en ocasiones, son vacuos de contenido. Solo de esta forma se pueden implementar las políticas económicas estructurales que Menorca necesita, políticas decididas y valientes que tengan como objetivo el medio y largo plazo, a pesar del poco rédito electoral que estas políticas acostumbran a tener. Solamente desde esta óptica, Menorca puede poner en práctica, con éxito, un plan estratégico que incluya el conjunto de intereses, a menudo contrapuestos pero que, bajo el adecuado prisma del binomio competencia-cooperación, pueden inducir a que dos más dos no sumen cuatro sino cinco o más, a través de la proliferación de sinergias.

Y todos nosotros, como sociedad, tenemos que exigir, contribuir y participar en esta unión de esfuerzos, cuyos resultados debemos sentirlos como propios, con el objeto de implantarlos con éxito.