El pasado 23 de enero escribí en este diario un artículo titulado “El valor de la seguridad” en el que, a raíz de los atentados contra Charlie Hebdo, aseguraba que París no se vería afectada desde un punto de vista turístico, pero que el crecimiento de los sentimientos antiislamistas sí afectaría negativamente a Túnez y Egipto, a pesar de que ambos destinos hubieran mejorado su seguridad desde las primaveras de 2011.

La primera parte de la profecía se ha cumplido y París en este primer semestre del año ha mantenido su ritmo.

Desgraciadamente los dos países señalados no han conseguido materializar los avances previstos por sus gobiernos. Cuando ya parecía que las cosas mejoraban -de hecho Egipto empezó a incrementar el número de llegadas- el atentado en el Museo de El Bardo no solo afectó a los tráficos europeos, sino que también hizo que se suspendieran todos los cruceros. La masacre en Susa ha teñido de tristeza el verano tunecino y aunque el Gobierno del mariscal Sisi en Egipto dé una sensación de mayor autoridad, empañada por el asesinato del fiscal general, no le espera a ese país un verano mucho mejor. La mejora de la seguridad ha sido más un deseo que una realidad.

Entre 15 y 17 millones de turistas podrían haber ido a esos dos países este año, unos ya han ido, otros se quedarán en sus casas y unos tres millones entre británicos, alemanes, franceses y otros europeos buscarán alternativas en Turquía y sobre todo en destinos españoles, incrementando el número de turistas que nos visitarán este verano.

Sin duda tendremos una magnífica temporada, pero un verano triste porque una parte de nuestros éxitos se basan en desgracias ajenas. Y propias por el esfuerzo que han hecho en esos países las cadenas mallorquinas. La experiencia nos demuestra, además, que en los últimos cuatro años muchos de los turistas europeos que han venido a España, en principio desviados de su primera elección en el norte de África, han repetido en sus siguientes vacaciones, han sido fidelizados, según la jerga turística. El ejemplo más claro es el de Tenerife y la clientela francesa que se ha prácticamente doblado desde 2011.
Históricamente, y como bien señala la Organización Mundial del Turismo, los plazos de recuperación de los destinos afectados por actividades terroristas han sido muy breves, pero si la clientela encuentra otras opciones similares, pero con un mayor grado de seguridad, a un coste similar, o ligeramente más alto, se dirigirá hacia esos lugares más seguros y repetirá en ellos, agravando así la situación en Túnez y Egipto, tan dependientes del turismo.

Los terroristas de Susa han conseguido dar un golpe mortal a la economía del país. Se hace imprescindible que la Unión Europea prepare un plan de asistencia económica que ayude a impedir la victoria de los extremistas.