Rodeados de telas, Martina Rosselló, Tomeu Fuster y Joana Vicens.

Desde Oriente llegó siglos atrás un tejido muy particular que no tenía revés y cuyos dibujos se conseguían dejando sin teñir algunas partes de los hilos. Se trata del ikat. Aunque la técnica rápidamente llegó a toda Europa, hoy solo se conserva en algunos talleres de Mallorca. Uno de ellos es Teixits Vicens, que el año pasado cumplió 150 años.

La dedicación a las telas de la familia Vicens se remonta a mediados del siglo XIX. Martí Vicens Alemany, que murió hace unos años, y su mujer Antonia Capllonch heredaron el espíritu de Martí Vicens Vilanova-Bonjesús, fundador, que a su vez había aprendido la técnica de la roba de llenguës generaciones anteriores. Las hijas del matrimonio pollencí, Cati y Joana, han cogido el relevo de la empresa y la cuarta generación formada por la hija de Joana, Martina, y por un primo, Tomeu, ya piensan en nuevas formas de comercialización y exportan sus ikats por toda Europa.

La tela de llengües requiere un laborioso proceso de fabricación. Para las telas lisas o rayadas, el hilo de algodón pasa de los conos (bobinas) a madejas mediante una máquina. Ahora el hilo ya está a punto para teñirse de uno de los 24 colores de la gama de Teixits Vicens. Una vez teñido, se vuelve a colocar en los conos, y el urdidor coloca los hilos como una alfombra, según el diseño que se desee.

El proceso es más complicado para la tela de llengües con su particular dibujo de aguas. Para conseguirlo se emplea la técnica específica del ikat: teñido en reserva. Es decir, tintar solo algunas partes de los hilos para conseguir el dibujo que se desea, y dejar el resto blanco. Para ello, se atan los hilos con gomas de bicicleta para que las partes tapadas queden sin teñir. Si el diseño tiene varios colores, el proceso se repite más de una vez. Una vez teñidos los hilos, se colocan manualmente en el urdidor para que coincidan con el dibujo deseado, en grupos de 12 o 24 hilos. “Al final, para hacer 200 metros de tela de cinco metros de ancho puede haber 100 horas de trabajo solo para poner las gomas”, explica Tomeu Fuster Capllonch, gerente de la empresa. Finalmente, este tejido de algodón vertical que ya tiene el diseño y el color ansiado pasa por el telar, la máquina moderna que tienen, donde se cruza con lino para tejer la tela.

A los diseños tradicionales de llengües han añadido otros de apariencia más moderna, a rayas o lisos, y en total ofrecen más de 200. Incluso han fabricado diseños exclusivos por encargo.

En su ubicación actual, en la rotonda de Pollença que lleva al Port, tienen la fábrica y la tienda propia, pero también distribuyen a numerosas tiendas de Mallorca y el año pasado empezaron a exportar, un mercado que ya supone el 17% de toda su producción. Sus destinos por ahora son Alemania, Bélgica, Inglaterra y EEUU, y recientemente también Francia, aunque no quieren aumentar más este segmento de negocio.

Teixits Vicens es ahora un negocio próspero que no en vano ha tenido que reponerse de una crisis severa para un producto “de lujo” como el suyo. Aunque el proceso que siguen es tradicional, han innovado tanto en los diseños como en la funcionalidad de sus ikats.

DE MODA. “Hemos innovado en el sector de la moda para darle otro uso a la roba de llengües, lo que nos ha ayudado mucho a potenciar nuestra marca. A partir de nuestras telas y con la colaboración de otras empresas hemos fabricado ropa, complementos como cinturones, alpargatas, bailarinas y hasta pulseras. La moda ha tenido un gran éxito y de esta manera hemos dado un paso más respecto a la generación anterior, que ya ofrecía tapicería, ropa de cama y de mesa.

De manera adicional, Teixits Vicens ha aprovechado la tendencia que ha surgido en torno a los productos típicos del Mediterráneo, desde la comida hasta la cultura. “Últimamente la roba de llengües está muy de moda y hemos trabajado para hoteles y restaurantes que han apostado por un diseño mediterráneo. Solo este invierno hemos decorado tres hoteles”, explica Fuster.

Para Teixits Vicens, su sello de identidad es seguir el mismo proceso de fabricación que 100 años atrás. “Podríamos poner máquinas nuevas, ahorraríamos trabajo y ganaríamos rapidez, pero nuestra apuesta es la calidad y la textura única de nuestras telas, que las hace tan bonitas y duraderas”, concluye Tomeu Fuster.