El FMI acaba de publicar su World Economic Outlook de octubre en el cual destaca la intensificación de la desaceleración de los mercados emergentes y el debilitamiento de la recuperación de las economías avanzadas debido, entre otros factores, al retroceso de los precios de las materias primas, la depreciación de las monedas emergentes y la creciente volatilidad en los mercados financieros.

Entre las economías emergentes, las más afectadas son Brasil, al que el organismo internacional recorta 1,5 puntos para 2015, y 1,7 puntos para 2016 y Rusia, país que registra revisiones a la baja de 4 y 8 décimas, respectivamente. Entre las economías avanzadas, el débil dato de ocupación y de las ventas al por menor de los EEUU (0,1%) de septiembre junto al intenso retroceso de las exportaciones alemanas son una prueba de que los riesgos a la baja persisten. Cabe recordar que las exportaciones son un componente clave en la economía germana con un peso sobre el PIB cercano al 50% y que el descenso del mes de agosto (-5,2%) ha sido el mayor desde 2009. Para entender la magnitud del impacto es suficiente con señalar que el superávit comercial alemán se ha reducido en 10.000 millones de euros respecto al mes anterior. A ello se suma la publicación de las actas de la última reunión de la FED, en que se refleja la preocupación de los miembros del comité respecto a los bajos niveles de inflación. El consejero del BCE E. Nowotny mostraba esta semana su preocupación por el incumplimiento del objetivo de precios al área del euro, no solo de la tasa general, sino también de la subyacente. La semana que viene hay reunión del BCE y no se descarta la posibilidad de que se amplíen las medidas de estímulo económico actuales.

En España, se confirma la variación interanual del IPC de septiembre de un descenso del 0,9%, la mayor caída interanual de un mes de septiembre desde 2009. Así, aunque no hay que olvidar que el IPC cae por el efecto de la cotización del crudo y que la inflación subyacente está estabilizada, lo cierto es que un deterioro en este apartado sería una traba para la recuperación. En este escenario, es deseable no dejarse llevar por la euforia que sitúa la tasa de crecimiento de Balears alrededor de 3%. Mejor sería tomar las cautelas oportunas y continuar disminuyendo los niveles de endeudamiento, en especial, del sector público, para situarlos en cotas más moderadas y sostenibles y, en general, persistir en el ajuste externo, los esfuerzos de consolidación fiscal y las reformas estructurales. No hay que olvidar que una parte importante de recuperación de la economía balear es atribuible principalmente factores favorables circunstanciales, y no a una verdadera mejora de los factores fundamentales como la competitividad micro y macroeconómica que garantiza una recuperación sostenida.

Así, reducir la dependencia que tiene Balears de la evolución de factores exógenos, de efecto incierto y transitorio, debería ser una prioridad. Tan solo así es posible aumentar la resiliencia del conjunto de la economía frente a nuevos choques externos y forjar una senda de recuperación que consista no solo en garantizar que el favorable comportamiento de los agregados macroeconómicos perdure en el tiempo, sino en conseguir que la nueva fase alcista del ciclo se apoye en unos fundamentos que permitan mejorar la competitividad global del archipiélago. No se trata de producir más sino de producir mejor. Tan solo así es posible garantizar el bienestar del conjunto de la sociedad.