Las Balears han sido y son el destino pionero en el tipo de turismo más exitoso y popular a partir de la última posguerra mundial, el de sol y playa, gracias al transporte aéreo (antes charter y ahora también low cost). El modelo sol y playa sigue siendo hoy válido desde aquellos años 60 cuando el turista se alojaba en las mismas playas donde se bañaba (fuera de los núcleos urbanos costeros) y los autocaristas con ayuda de guías turísticos mostraban una parte de lo más selecto de nuestras islas. En aquella etapa el turista apenas tenía contacto con la población local, pero han ocurrido varios cambios.

En los años 70 gracias a los rent a car el turista pudo disfrutar de atractivos fuera de su hotel y a precios muy económicos, hasta llegar a ser hoy utilizado por uno de cada tres visitantes. Estos turistas han ido descubriendo otras facetas (p.e. Palma destino cultural/compras).

En los años 80 comenzó el proceso de globalización económica y terminó la guerra fría, lo que supuso un empuje al viaje vacacional internacional. Se diversificaron las vacaciones de los europeos hacia nuevos destinos, pero el sol y playa pudo mantener su liderazgo.

En los años 90 comenzaron a volar las aerolíneas low cost, lo que ofrecía una posibilidad de desestacionalizar nuestros mercados emisores hasta entonces limitados por una oferta chárter no operativa en temporada baja. Pero la estacionalidad no pudo ser mejorada y Balears continuó dependiendo de sus temporadas altas.

En el nuevo milenio, la crisis económica (2008) y la Primavera Árabe (2010) causaron respectivamente la paralización de la expansión de la planta hotelera y la pérdida de turismo nacional, y la consolidación del modelo de sol y playa en Balears y Canarias en el mercado internacional. Otra consecuencia fue la moda del paquete vacacional con todo incluido, probado antes con éxito en el Caribe, pero gravosa para nuestra oferta turística complementaria.

La última y nueva etapa aparece en los últimos cinco años, motivada por una fuerte demanda del destino Baleares (en especial Mallorca) y concentrada en dos nuevos tipos de huéspedes: megacruceros turísticos (visitantes sin pernoctación) y alquiler de viviendas privadas (turistas con pernoctación).

Si bien, ya existía desde los años 70 el alquiler de apartamentos y de viviendas “turísticas”, la novedad actual consiste en su ubicación en zonas urbanas y en su ambigüedad legal, planteando un nuevo reto estacional de convivencia por los mayores problemas de congestión de tráfico y de saturación de servicios públicos. Ello no favorece la normalidad de la vida ciudadana ni la imagen de un destino insular. El caso de Palma es un paradigma de esta nueva etapa. La fachada marítima y la zona centro requieren un estudio serio de planificación/limitación pero también de potenciación de temporada baja, ya que el factor estacional tiene buenas perspectivas de mejora.