La historia de nuestro planeta es la de la lucha por el espacio, primero entre los diversos tipos de animales, después entre el homo sapiens y algunas especies más fuertes, pero menos evolucionadas, y finalmente entre diferentes tribus de nuestra especie. La ocupación del espacio necesario, para la caza primero y para el cultivo después, garantizaba la supervivencia de los grupos que lo controlaban. Para ocupar y mantener el control de un espacio era imprescindible el uso de la violencia.


En nuestra parte del mundo el uso del espacio ya no exige violencia sino pago por parte del que llega al que ya está establecido. Cuando estos consideran el pago suficiente no se desarrollan conflictos, bien porque son pocos a repartirse, bien porque el pago es alto y porque una parte importante del espacio estaba sin un uso definido. Benidorm es un ejemplo.

En otros lugares el espacio estaba densamente ocupado cuando empezaron a llegar los nuevos, cuyo número además no para de crecer de año en año. Los nuevos carecen de los recursos necesarios para pagar lo suficiente para que el conflicto se evite, pero lo bastante como para que algunos obtengan un pago por un bien, en general un modesto piso, superior a su anterior valoración, con lo que un trozo más del espacio queda en manos de los nuevos y al tiempo disminuye la fuerza de los antiguos que observan cómo los beneficios del gasto de los nuevos va a parar a manos de otros nuevos, que son los que ahora son propietarios de las tiendas, los alojamientos y los restaurantes que atienden al recién llegado.

Como la violencia es ahora propiedad del Estado, los antiguos muestran su frustración a gritos, intentando que este se ponga de su parte controlando el crecimiento del control del espacio por parte de los nuevos. Pero el Estado en sus múltiples formas tiene miedo de incrementar las exigencias de pago a los nuevos por si se van a otros sitios y empiezan a imponer absurdas normas que pocos conocen y menos cumplen. El Estado recuerda a Zerlina, en el duo “ la ci darem la mano “de Don Giovanni, cuando le dice a este “ vorrei e non vorrei”, es decir quiero y no quiero al mismo tiempo. Es el caso de Barcelona.

Cuantos más nuevos llegan menos tiene que pagar cada uno de ellos. Al tiempo mientras que los nuevos están todos de acuerdo en lo que desean, los antiguos discuten creándose dos frentes irreconciliables. El de los que se benefician de la mayor llegada de nuevos que no les molestan porque están protegidos por amplias y espaciosas murallas y además poseen otros lugares donde refugiarse, y la de los que sufren porque carecen de muros para protegerse.

Solo el Estado tiene la posibilidad, no ya de solucionar, pero sí al menos de aliviar los principales conflictos. Si no lo hace la historia nos enseña que los que pierden son siempre los antiguos.