Ya sea por necesidades de solvencia, para retribuir a accionistas vía dividendos en especie o para acometer inversiones, es frecuente ver ampliaciones de capital, especialmente desde la explosión de la burbuja inmobiliaria-financiera. Estos días la del Santander es la protagonista.

Lo primero que hay que saber es por qué se hace, ya que evidentemente no es lo mismo hacerlo por uno u otro de los motivos mencionados anteriormente: en este caso es para integrar el liquidado Banco Popular en su estructura. El coste también es fundamental: a pesar de algunos titulares, no es cierto que este sea 4,85 euros cuando la cotización está cercana a 6. Además de esta cantidad hay que aportar 10 derechos preferentes de suscripción que, o hay que comprar en bolsa, o se han entregado a los antiguos accionistas. Es decir, el precio de la ampliación es similar que comprando en mercado.

En acciones más pequeñas con menos volumen es posible ver diferencias significativas, pero en el caso del Santander el propio mercado arbitra y hace que la cotización de los derechos y las acciones se pongan al mismo nivel. Aun así, en caso de haber alguna pequeña variación a favor de los derechos hay que tener en cuenta que entre el fin de la ampliación y el comienzo de cotización de las acciones nuevas pasarán casi 10 días, periodo en el cual no se podrán vender. Al desembolsar una cantidad similar a la de la compra de acciones y teniendo en cuenta factores mencionados, el análisis previo a la inversión debe ser similar al de cualquier otra inversión.

Por una parte las valoraciones de los analistas son neutras, estando el consenso de mercado en precios cercanos a 6 euros, con lo que el potencial para ellos es pequeño. Por último, técnicamente, la cotización está entre una resistencia (6,25) y un soporte (5,50-5,30), en caso de romper este rango por encima los máximos históricos, descontando dividendos estarían a menos del 7% de revalorización.