Desde la entrada del nuevo siglo, la industria balear ha experimentado un crecimiento acumulado del 4,7%, claramente inferior al del conjunto de la economía (18,3%). Esta situación responde al descenso de la actividad manufacturera (-27,1%) y explica la pérdida de peso del sector industrial que se cifra en el 7,5% del valor añadido bruto (VAB) en las Islas.

No es de extrañar, pues, que a raíz de esta evolución se argumente la necesidad de recuperar el terreno ‘perdido’ por la industria y, paralelamente, la necesidad de rebajar la marcada concentración que han alcanzado otros sectores en la economía balear, como el sector servicios (86,1% sobre el VAB). Pero los volúmenes ‘ganados’ o ‘perdidos’ por un sector no son la cuestión. La cuestión relevante es si en este ‘intercambio de pesos’ sectorial (sea el que sea), la estructura productiva resultante ha incrementado la capacidad de generar valor, de forma que el avance de las rentas (salarios, beneficios, impuestos...) quede plenamente garantizado.

Al respecto de esta cuestión, y a la luz del descenso que ha experimentado el PIB per cápita en términos reales desde la entrada del nuevo siglo (-14,9%), resulta evidente que no es así. El valor de lo que se produce en Balears por habitante ha tendido a reducirse, tanto en el sector servicios como en la industria, y esto, en lo que a la generación de rentas se refiere, señala, sin apelar a cuestiones de distribución, mucho menos para distribuir.

Y es que lo importante no es quién lo produce (qué sector) sino qué bienes y servicios se producen y cómo se producen (con qué eficiencia). En este sentido, no se puede obviar que la mayor parte de los servicios que se producen en Balears son poco intensivos en conocimiento (67,5% sobre el VAB) y que la intensidad tecnológica de las manufacturas isleñas es, por lo general, baja (49,7%) o media-baja (33,9%). Un perfil productivo demasiado maduro que tiene serias dificultades para actuar a favor de la complejidad económica, la eficiencia y la internacionalización del tejido productivo.

Es con este perfil productivo que Balears se proyecta en el entorno competitivo europeo y es este mismo perfil productivo el que determina, junto con el grado de sofisticación empresarial y la calidad del entorno donde se llevan a cabo los negocios, el techo de prosperidad al que puede aspirar la sociedad balear.

Es importante, pues, (re)especializar. Muy importante. Se necesita identificar entornos productivos capaces de asumir la activación de palancas estratégicas (impulsores de la eficiencia y la innovación, preferiblemente), de forma que se generen bienes y servicios que satisfagan las exigencias de los mercados internacionales y, simultáneamente, se mejore la calidad de vida. Nada más que el doble objetivo que plantea el reto de impulsar la competitividad desde un paradigma como el actual. Por todo ello, la política industrial (o la de otras ramas de los servicios tan importantes como la turística) no se puede ceñir a una cuestión estrictamente cuantitativa, a pesar de lo mucho que pueda llamar la atención la pérdida (o ganancia) de peso específico que encajan algunos marcadores macroeconómicos regionales. Recuperar el peso de la industria (o ajustar el de los servicios) no constituye la forma de garantizar la contribución de estos sectores a la generación de riqueza, sino la consecuencia última de poner en valor la dotación de recursos de que disponen (maquinaria, capital humano…) y dar con nuevas fórmulas que eleven la productividad. De esto, se debería hablar y no del tópico ‘ganar’ o ‘perder’ peso.