Dos revoluciones están cambiando de forma rápida el panorama económico, y también social, de nuestra época. Por una parte la transición ecológica, de la que hablaremos en otra ocasión, supone la aplicación de las clean technologies con su eficiencia energética, energías renovables, smarts cities, smart grids, movilidad sostenible, etc., y por otro la digitalización de las actividades económicas.

Ambas revoluciones tienen incidencia en casi todos los aspectos de nuestra economía. Así, por ejemplo, una de las consecuencias más llamativas de la generalización del acceso a internet a través de tabletas y smartphones está siendo la transformación de los hábitos y formas de consumo.

Hoy los consumidores pueden realizar sus compras a cualquier hora y desde cualquier lugar, teniendo la posibilidad de recibir su pedido en su propio domicilio o en otro lugar pactado como, por ejemplo, una gasolinera. De esta forma el consumidor digital tiene a su alcance una mayor variedad de productos y servicios, de todas las categorías y a diferentes precios. Es decir, el cliente del e-commerce aumenta su poder decisión pudiendo adquirir productos que es imposible encontrar en el comercio tradicional. Incluso se están anunciando las llamadas smartfactories en donde el comprador interviene online en el proceso de diseño y fabricación de su propio producto personalizado. Además, si no cumple sus expectativas tiene la opción de devolverlo de forma sencilla desde su propio domicilio, sin embotellamientos ni tikets de la ORA.

La digitalización ha aumentado la competencia y, por ello, ha reducido mucho los precios. También conlleva el cambio desde la preferencia por tener las cosas en propiedad al “acceso por uso”.

En definitiva, la digitalización reduce las barreras de entrada en los distintos sectores de actividad de igual manera que reduce las fronteras nacionales. Por lo que no es raro que las compras por internet se hayan popularizado en toda Europa, en especial en aquellos países más fríos en donde la población pasa más tiempo en casa.

En Balears el e-commerce va ganando terreno de forma muy rápida, en especial en Menorca, quizás por existir más restricciones comerciales que en el resto de islas. Efectivamente, está por estudiar si las diferentes moratorias y otras restricciones han tenido como consecuencia poner a nuestra comunidad a la cabeza de toda España en esta materia. Como también está pendiente de estudio el impacto del numerus clausus hotelero en el auge del alquiler vacacional.

Es obvio que esta manera de comprar crecerá a medida que más “nativos digitales” (los jóvenes nacidos en la era de internet) vayan alcanzando la edad adulta, aunque siempre habrá sitio para las tiendas de toda la vida.

Sin duda se ha de regular, pero intentar poner barreras es una estrategia tan equivocada, pues incluso están cayendo las que separan el comercio digital del tradicional.