Soy una fiel defensora de las redes sociales y la tecnología en general. Son herramientas que bien utilizadas nos pueden abrir cualquier puerta tanto a nivel personal como profesional.

Más que una opción se han convertido en una obligación para todos los sectores profesionales, ya que están presentes en la mayoría de procesos. Desde escribir un email hasta la hora de cobrar.

Recuerdo hace unos años que a la hora de ofrecer servicios estaba contenta de decir “puedes conectarme a cualquier hora por cualquier vía”. Con los años, y con el incremento del uso de la tecnología por parte de la población, hemos de aprender a controlar y educarnos en el uso de las tecnologías.

Te levantas, miras Instagram, Twitter, un diario digital, el email... te llaman, te mandan un whatsapp (que si no respondes te reclaman porque aparece que lo has leído), vas al trabajo usas el ordenador, continúan los mensajes y al llegar a casa hablas con tus amigos o te siguen llegando cosas del trabajo o incluso ves una serie en Netflix. ¿Estamos enganchados? ¿Es sano?

Desde hace un tiempo comienza a sonar la palabra tecnoestrés, que no deja de ser la asociación del estrés a un mal y excesivo uso de la tecnología, pudiendo llegar a causar ansiedad o depresión.

¿Pero es porque algunas generaciones no han nacido “digitales”? ¿En el futuro eso será lo normal o debemos respetar un tiempo sin dispositivos móviles cerca?

Existen empresas como Porsche a las que si escribes fuera de horas de trabajo, te devuelven el email. Y otras, que ya venden soluciones de desintoxicación digital.

Volviendo al comienzo de la columna, las redes y la tecnología son súper positivas usadas estratégicamente, pero no tienen que llegar a dominar nuestro tiempo.

Así que ¡seamos digitales pero con cabeza!