Nadie duda de que la denominada cuarta revolución industrial (4RI) inundará, más pronto que tarde, la realidad por completo. Los cambios en la forma de producir, comercializar y relacionarse se sucederán de forma exponencial y el impacto será altamente transversal, no en vano los avances tecnológicos sobre los que se sustenta serán susceptibles de ser aplicados, como nunca antes había ocurrido, a cualquier esfera de actividad en cualquier país o región del mundo.

Una disrupción, sin duda, en toda regla capaz de ‘resetear’ los marcadores competitivos de empresas y naciones, obligadas a gestionarse y gobernarse en un entorno en el que las fronteras entre lo tangible y lo intangible desaparecen, lo inmutable se convierte en mutable y la complejidad es moneda de cambio en cualquier intento por asumir y anticiparse a los principales vectores del cambio.

En este contexto, los cánones competitivos no pueden más que verse sometidos a una alteración continua que dará paso, seguramente, a hablar en mayor medida de capacidades competitivas que de determinantes ‘teóricos’ de competitividad.

De hecho, el World Economic Forum, organismo internacional de referencia en la elaboración de índices de competitividad global, ya ha adoptado esta perspectiva en la nueva edición de su informe anual, publicado el pasado mes de octubre, y ha señalado la importancia que reviste forjar carácter en términos de resiliencia –para prevenir nuevas crisis financieras y minimizar el efecto de shocks externos–, agilidad –para adaptarse rápidamente al cambio–, ecosistema innovador –para favorecer el surgimiento de nuevas y grandes ideas– y adopción de un enfoque más humano-céntrico –para asegurar que se dota de una mayor relevancia estratégica al aprovechamiento del talento en la generación de riqueza.

Un desafío, en la práctica, de considerable envergadura que llega cargado, no obstante, de nuevas oportunidades para que Balears y, especialmente, sus empresas reconsideren su actual propuesta de valor, pudiéndose replantear completamente qué producen, cómo lo producen, dónde lo venden y sobre quién revierten los resultados que obtienen. La clave está en aceptar que la 4RI tiende a conformar una única y gran escena competitiva global en la que los actores –nuevamente, las empresas, pero también las administraciones– permanecen constantemente en tránsito. No se da nada por sentado.

Se avanza en la exploración de nuevas fórmulas generadoras de valor, al mismo tiempo que no se pierde ningún paso en la explotación de las capacidades existentes. Proyectarse hacia un estadio superior es siempre posible, pero el desplazamiento a través de las fronteras de la eficiencia, la innovación, la sostenibilidad… es constante.

No queda otra que dotarse de un buen equipaje de mano que permita tomar, en todo momento y ante cualquier circunstancia, las decisiones más adecuadas desde la incorporación de información estratégica y la activación de mecanismos de cooperación in situ entre las empresas, entre las empresas y las administraciones, entre las regiones…

En este contexto, la inteligencia económica ligada estrechamente a los actores decisores se erige en una fuente inagotable de valor desde la aportación de soluciones de vigilancia continua, cuyo carácter específico y usabilidad crecerá de forma más que significativa, precisamente, a través de las nuevas tecnologías que definen la 4RI.

Un equipaje de mano que puede facilitar que Balears y, especialmente, su tejido empresarial, ‘reseteen’ su marcador competitivo en búsqueda de mayores cotas de rentabilidad y, así mismo, de progreso económico y social. Porque en la 4RI lo único que no cambian son las expectativas de mejora de los resultados.