La nueva ley de créditos inmobiliarios está en su última fase antes de la aprobación definitiva y entrada en vigor. Tiempo habrá para analizarla con calma y comprobar su efectividad, pero a la vista del proyecto definitivo me quiero detener en una de las nuevas labores que se encomiendan al notariado español.

Creo que muchos legisladores viven en un mundo paralelo en el que todo es simple y sencillo. Esto parece suceder con la imposición de un nuevo trámite en el procedimiento de constitución de una hipoteca cuando se trate de personas físicas y de una vivienda, el llamado test de capacitación, que será supervisado y realizado ante notario a través de un acta.

Por supuesto este acta se establece como gratis para las partes. Esta tendencia a la gratuidad, que creo que se da bastante menos en otras profesiones, no es nueva y parece ya norma general, como ocurrió con las juras de nacionalidad, poderes electorales, envío de copias a blanqueo de capitales, etcétera.

Usted viene a mi notaría, se supone que ha negociado con el banco las condiciones de su hipoteca, necesita el préstamo porque quiere comprarse una casa que supongo también tiene vista y apalabrada con el vendedor.

Primera posibilidad: entiendo que no tiene conocimientos suficientes financieros para la operación, y como soy muy listo le califico negativamente por no entender las cláusulas y le niego la posibilidad de firmar. Como es lógico usted se cabrea conmigo y se queda sin la casa y la reserva de la misma. El banco probablemente no quiera volver a saber de mí y yo quedo como el malo de la película.

Segunda posibilidad: usted entiende perfectamente toda la operación y yo tocado por la mano de dios (en este caso legislador) le doy mi visto bueno. Con el tiempo se le tuercen las cosas y no se paga el préstamo. “El notario me dio el ok”. Usted se enfada porque piensa que no le asesoré bien, el banco se enfada aún más y me hace responsable.
En resumidas cuentas, si todo va bien, genial, pero si algo falla, con perdón “me la acabo comiendo yo”.

A todo esto hay que sumar la molestia de tener que hacer una doble visita a la notaría, la previa con el tiempo de antelación fijado legalmente y la definitiva (vaya usted a saber si en otra notaría más cómoda para el banco) ampliando además los plazos en los que hay que tener preparada la documentación definitiva como si el mundo se detuviera a nuestro alrededor porque total un mes arriba o abajo no es importante para el legislador.

Estoy muy a favor de la seguridad del sistema, mejorable cómo no, pero con lógica. Los riesgos de cualquier operación deben siempre ser ponderados por los clientes y por las entidades financieras, pero yo no soy detective, no puedo asumir más.

Una correcta minuta de préstamo hipotecario, sin cláusulas oscuras o de difícil entendimiento, una adecuada explicación previa y una lectura atenta de la escritura en el momento de su firma son la mejor garantía para el prestatario y para el propio banco, y ahí es donde se tiene que incidir y mejorar, ahí es donde yo como notario puedo ayudar, asesorar y controlar la parte que me corresponde, sin necesidad de nuevos inventos.

Otra cosa es que la verdadera voluntad del legislador sea la de poner cada vez más trabas a las hipotecas para que estas pasen a ser un “animal en extinción”, que igual es de lo que se trata.