El creciente interés por el aceite que se produce en Menorca ha devenido también en la organización de diversas catas durante el año. | Gemma Andreu

A la tradición del queso y del vino que privilegia Menorca se ha sumado con fuerza estos últimos años la producción de aceite de oliva. En 2017 el número de olivos se había incrementado un 20% y el número de explotaciones también había crecido en la misma proporción, tal como explican desde la Asociación Oli de Menorca, que cuenta con once fincas productoras que suman 23.000 olivos plantados.

Su presidente Sam Moll considera que el crecimiento está siendo espectacular y que la producción de aceite tiene un gran potencial en la isla, camino de ser un pequeño sector industrial productivo, como lo es el vino en la actualidad. Los productos made in Menorca están conquistando paladares.

EN AUGE. El año pasado se comercializaron 4.000 litros de aceite virgen extra, la mayoría en la isla aunque también hay elaboradores que exportan su producto fuera de Menorca como, por ejemplo, la finca de Son Felip. “Algunos de nuestros socios producen aceite para consumo interno de la finca como pasa en Sant Joan de Binissaida o en Torralbenc, que tienen dos hoteles rurales”, detalla Moll.

Los elaboradores más activos de la entidad son Morvedra Vell, Son Felip, Son Olivaret y Pont de Modorro. “Un sesenta por ciento de las plantaciones de nuestros socios es monovarietal arbequina. También tenemos producciones ecológicas”, comenta el presidente. Pero estas cifras de elaboración de aceite pueden crecer todavía más, ya que la llegada de capital francés a la isla en los últimos tres años ha hecho que se estén abriendo nuevas explotaciones.

“En Menorca podemos estar tranquilamente superando los 50.000 olivos plantados. Nos consta que se está produciendo un movimiento muy importante de nuevas siembras, que revelan un futuro espectacular”, añade.

NUEVOS PROYECTOS. La asociación ha impulsado un proyecto piloto de elaboración de aceite de acebuche, cuya producción ha empezado a iniciarse en dos explotaciones de Ciutadella y de Maó.

Un aceite cuyo rendimiento productivo es inferior al de cualquier tipo de aceitunas, ya que para obtener un litro se necesitan cien kilos de olivas de acebuche, mientras que con el resto se pueden obtener quince litros. “La suerte es que Menorca está plagada de acebuches, ya que este árbol se encuentra en un dieciocho por ciento de la superficie de la isla, es decir, unas doce mil hectáreas”, explica Sam Moll.

“Organolépticamente se trata de una aceite bastante picante con un punto de amargo”, detalla. “En nuestra isla las variedades más habituales son la arbequina y la picual, pero también se puede encontrar la hojiblanca y la cornicabra andaluzas, la argudell catalana o la koreneiki griega, entre otros. Somos un territorio con una amplísima variedad”, afirma Moll.

SELLO DE CALIDAD. Mientras tanto, los productores ya han iniciado el camino para obtener una denominación de calidad que los proteja y los distinga, como la Indicación Geográfica Protegida, aunque el proceso está siendo lento y, de momento, se han acogido como producto bajo la marca Reserva de la Biosfera.

En paralelo a esta creciente producción se están llevando diversas iniciativas para su difusión a otras actividades como la gastronomía o el turismo. En este sentido, desde la Asociación Gastronómica Fra Roger se constituyó en 2015 un grupo de trabajo para desarrollar un proyecto para el estudio y difusión del oleoturismo y la cultura del aceite en Menorca, formado por una serie de expertos como Ignacio Sánchez, de la ONG Gloria Olivae, el cocinero Pep Pelfort, del Centro de Estudios Gastronómicos de Menorca, o Adolf Sintes del Institut d’Estudis Menorquins y el propio Sam Moll. Todavía no ha visto la luz, pero tienen previsto reanudarlo en breve.