El primer golpe económico del virus, allá por abril del año pasado, se veía como algo relativamente coyuntural: un daño intenso pero pasajero en nuestra economía eminentemente turística.

Con el paso de los meses, la virulencia de la crisis económico-sanitaria ha cristalizado una percepción diferente de sus efectos: además de virtualmente eliminar una temporada turística entera, con pérdidas en los diferentes indicadores de entre el 80 y el 90%, y amenazar de forma clara la de este año, es probable que la pandemia, en su versión vacunada, tenga ecos en los próximos años, sino décadas.

¿Qué destinos turísticos saldrán fortalecidos en el escenario post-Covid19 a medio plazo?
Tui recientemente ha dejado fuera a Mallorca en su listado de los 5 destinos más atractivos para este verano, en su oferta de sol y playa, a favor de Canarias, Turquía, Creta, Chipre y Rodas. Nuestra incapacidad como destino turístico para demostrar al mercado que somos capaces de rastrear, controlar y tratar el virus puede haber sido una de las razones de este, esperemos, simulacro de ocaso.

Mucho podríamos escribir y debatir sobre el tema, pero nos limitaremos al sistema de tecnología de la información oficial de rastreo, la aplicación móvil Radar COVID. Una aplicación gratuita y anónima creada por la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial (SEDIA) que, se supone, nos alerta de contactos con infectados simplemente teniendo activado el bluetooth del teléfono.

¿Cuánta gente conoce de su existencia? ¿Cuánta gente lo usa? ¿Cuántas cadenas de contagio ha ayudado a frenar? Oficialmente se han descargado algo más de 7 millones, un lamentable 17% de penetración en los mayores de 14 años en España. En cuanto a los códigos introducidos en la aplicación (código suministrado por los responsables sanitarios a un afectado por el virus para que lo comunique al sistema de forma anónima), 52.555; si tenemos en cuenta que en el momento de escribir este artículo se reconocen 3.160.970 casos confirmados en España, nuestra tecnología oficial puede haber ayudado a rastrear el 1,66% de los casos.

Hemos demostrado, sospecho, que como destino turístico tecnológicamente capaz de frenar los contagios somos una monarquía bananera. En cuanto al ritmo de vacunación, que depende tanto de los destinos emisores como del nuestro, nos queda aún una oportunidad. Si fijamos la vista en el sistema sanitario patrio, es fuerte en profesionales vocacionales, está debilitado en cuanto a recursos materiales y ha evidenciado una capacidad de coordinación a nivel nacional similar a la de un patio de colegio. Oportunidades de crecer como destino sanitario seguro si el sector público y privado invierte mucho y bien, pero también debilidades que no conocíamos de un supuesto sistema de salud en la élite mundial.

Balears será un destino turístico sanitariamente percibido como seguro o no será. En manos de todos está, si bien algunos tienen mucho más que demostrar.