Con la crisis financiera todavía fresca, ha llegado otra, la de la COVID, que también ha hecho tambalear el sistema financiero mundial.

Sin duda hay aspectos muy negativos en esta pandemia para estas empresas: se ven perjudicados al incrementarse la morosidad y bajar el negocio. A eso hay que añadir la problemática arrastrada de la anterior crisis: todavía mucho inmueble en cartera, problemas legales todavía vivos (cláusulas suelo, gastos de constitución de hipotecas, emisión de acciones, hipotecas multidivisa y ahora el IRPH), mala imagen provocada por algunas prácticas y por incremento de comisiones y la aparición de competencia fintech (tecnológicas entrando en sectores financieros).

Todo ello ha hecho que estén cotizando muy por debajo de 2007, siendo las pérdidas en algunos casos estrepitosas y, en otros, como en Banco Popular, irreparables (a falta de la vía jurídica).

¿Qué cambia ahora, todavía estamos inmersos en la crisis de la COVID para esperar un repunte en bolsa?

Esta crisis es diferente por la duración de la misma. Es un problema de movilidad que ha provocado una crisis económica: el denominador común de no poder ir a comprar, no poder viajar o no poder ir a un restaurante es que no podemos movernos. Apenas un año después del comienzo se está reactivando la movilidad gracias a las vacunas tal como se demuestra en zonas donde el ritmo es superior y más lógico que en la Unión Europea.
Los bancos también son muy diferentes a 2007-2012: son más grandes y con más control (ejercido por el BCE que, por ejemplo les ha impedido repartir dividendos), más solventes y no vienen de una burbuja.

A eso hay que añadir las políticas monetarias ultraexpansivas de los Bancos Centrales que, aunque les ha perjudicado en los márgenes de intereses (beneficios), les ha beneficiado en cuanto a la solvencia.

La ventaja fundamental es la suma de las dos anteriores: al ser una crisis corta en el tiempo el ciclo económico está cambiando y las políticas se deben girar lo que afecta positivamente a la banca en dos aspectos: (i) recuperar márgenes y (ii) mejorar clientes.
Como se puede apreciar, las cotizadas de este sector ya han recuperado mucho terreno y hay cierta correlación entre ellas.

Sin embargo, como siempre, hay que ser selectivo: por ejemplo, mientras Sabadell sigue hundida, Deutsche Bank está por encima de sus máximos del pasado 2020.

Aparte de las noticias del sector, hay que seguir muy atentos a cada banco y esta misma semana hemos conocido tres que afectan a cuatro grandes bancos españoles. Por una parte el BBVA ha perdido parte de lo ganado por culpa de la caída de la lira turca (uno de los mercados que más beneficios le aportan). En el otro extremo, Bankinter encara máximos anuales tras anunciar la venta de la mayoría de acciones de su aseguradora, Línea Directa. Y, con efecto más neutro por ser conocido, Caixabank ha sentado las bases de su fusión con Bankia.

Visto todo esto, parece que el sector bancario tiene potencial, pero cada banco tiene sus riesgos: diversificar dentro del sector entre diferentes empresas vía fondos o ETF reduce considerablemente el riesgo.