Para empezar a hablar de criptomonedas, lo primero que habría que hacer es corregir el nombre: no son criptomonedas sino criptoactivos. Las monedas (“cripto”, electrónico o físico) son instrumentos con los que se intercambian bienes y servicios.
A día de hoy eso no pasa ni con bitcoin, ethereum, dodgecoin o cualquiera de ellas: las únicas transacciones que se realizan son especulativas y algún que otro pago a delincuentes.

De hecho, con la actual volatilidad es imposible que funcione como moneda ya que provocaría una inflación o deflación brutal en pocas horas.

Veamos ahora, algunos de los argumentos de quién defiende esta inversión son (i) la tecnología que utiliza, (ii) la descentralización e independencia de los bancos centrales, (iii) la opacidad que impide hacer un seguimiento, (iv) la limitación de la oferta o (v) la poca utilización del dinero físico. Realmente todos ellos se pueden resumir en una frase muy manida: “son el futuro”.

Aunque ésta sea una frase muy concluyente no justifica subidas de cotizaciones de forma infinita, no en vano, otros sectores que también tenían que ser el futuro vivieron burbujas que luego explotaron arruinando a sus inversores.

Obviando los tulipanes que “no fueron el futuro”, ha habido otras que sí lo han sido: ferrocarriles, algodón, petróleo u oro se siguen utilizando y han vivido fuertes depreciaciones (el petróleo el año pasado se llegó a poner en negativo).

La más similar es la “burbuja punto com” que se infló de 1997 hasta 2000 y que explotó hasta anularse por completo en 2002-2003.

Por lo tanto, se puede partir de la base que se utilicen monedas digitales en el futuro, sin embargo ¿justifica el precio?

La burbuja puede seguir inflándose pero los argumentos son algo pobres: (i) la tecnología blockchain es útil pero se puede utilizar en otras monedas reguladas, de hecho ya se utiliza en más actividades, (ii) los bancos centrales ya se plantean emitir criptomonedas, (iii) la opacidad no es buena porque arropan delitos, (iv) aunque la oferta de bitcoin sea limitada es muy amplia y hay muchas criptomonedas actuales y potenciales y (v) a día de hoy ya no se utiliza el dinero físico.

Visto estos contraargumentos parece que incluso si es el futuro no se justifican subidas infinitas, como las que parece que hay ahora, pero, ¿y si no es el futuro?
La regulación puede acabar con las criptomonedas “privadas” ya sea por el poder de los bancos centrales, para evitar delitos o por transición energética (su minería utiliza mucha energía).

En cualquier caso, nadie sabe hasta cuánto subirá, o si los precios de la semana pasada serán los máximos históricos, con lo que los ahorradores tienen que ser conscientes de los riesgos.

La clave para reducirlos, como siempre, es diversificar evitando que el peso de este tipo de activos, aunque sea repartido entre varias, sea representativo en el patrimonio familiar.
Teniendo en cuenta además, el último riesgo de esta operativa y también muy importante: actualmente las compras de “criptomonedas” se realizan a través de plataformas no reguladas y no supervisadas lo que ha provocado muchos casos de estafa en el mundo, incluyendo también España.