Puede que el lector haya visto publicidad de un neobanco de proximidad paseando por la calle: NiCKEL, “la cuenta de la gente corriente”. Un ¿banco? que nos ofrece abrir una cuenta y contratar una tarjeta en cinco minutos, además de poder disponer de efectivo en establecimientos de lotería y estancos.

Ha leído bien, llegan los banqueros estanqueros a nuestras islas. Cuando los bancos de toda la vida desaparecen o cierran oficinas a un ritmo vertiginoso, van los neobancos y nos ofrecen billetes junto a tabaco o lotería. No me digan que no hay algo surrealista en el asunto.

Los neobancos son un nuevo operador financiero que ha venido para quedarse. En su mayoría, no ofrecen servicios financieros a pie de calle, como hace de forma indirecta NiCKEL, sino a distancia. Así tenemos neobancos que tienen licencia bancaria plena para operar en toda Europa, como N26 (Alemania) o Bunq (Países Bajos). Otros, como Revolut (Lituania), en realidad son entidades de dinero electrónico, un tipo de operador financiero fuera del paraguas de los Fondos de Garantía de Depósitos, que permiten abrir cuentas de dinero electrónico.

NiCKEL es una entidad de pago de origen francés. De hecho, al abrir una cuenta “en el estanco”, en realidad estará contratando una cuenta de pago, enviando sus fondos a una cuenta abierta en el banco francés BNP Paribas Societe Anonyme, a nombre de Financière des Paiements Électroniques (entidad de pago tras la marca NiCKEL). Ingeniería financiera mientras se compran sellos, ¡qué imagen más teatral!

¿Quién protege el dinero de los clientes de NiCKEL? El sistema de salvaguarda de cuentas segregadas, que supone “separar” los fondos de cada cliente en la propia cuenta de Nickel en BNP Paribas. No el Fondo de Garantía de Depósitos francés, sino un sistema que permite “proteger” el dinero de otras deudas de la entidad de pago, pero cuya eficacia en caso de quiebra es, cuanto menos, mejorable.

Este tipo de neobancos goza de una supervisión y legislación europea, no estoy diciendo lo contrario. Puede ser una buena opción para determinados clientes, muchas veces expulsados de los bancos vía comisiones abusivas por no tener los ingresos periódicos exigidos. Por 20 euros al año, suscripción anual a la cuenta NiCKEL (que en realidad es fruto de la aplicación de unos intereses negativos del -2,00% TAE a 12 meses para un saldo de 1.000 euros), cualquiera puede disponer de una cuenta con IBAN español, sí, español, en el que domiciliar recibos. Eso sí, sin la posibilidad de descubiertos (al ser una cuenta de pagos, no una cuenta corriente).

El futuro de las finanzas ya ha llegado, al alcance de la gente corriente. La pregunta es, ¿tiene la gente corriente, el consumidor medio normalmente informado, razonablemente atento y perspicaz, la educación financiera necesaria para saber con quién deposita la confianza de su dinero?

No, por desgracia. Y el cierre de oficinas bancarias tradicionales y la nueva oferta tecnofinanciera nos obliga a adquirirla. Sea como sea.