Trabajar en equipo no siempre es fácil. Ponerse de acuerdo en el objetivo ya es difícil, pero más todavía resulta el seguimiento de la tarea y la obtención final de los resultados esperados. Normalmente en el grupo, una persona es quien lidera la acción, se la siente y hace suya, y es reacia a compartir y delegar. La “falacia de control” puede aparecer como un pensamiento negativo que ocupa tiempo y espacio neuronal: “Si yo no lo hago, esto no funciona”. Sigue trabajando de manera intensa, hasta que llega el momento de reunirse y ver cómo está el proyecto. Aparece el primer manuscrito escrito, que presenta el autor, para dialogar en el grupo y supuestamente recoger las sugerencias de mejora. Ahí es cuando aparece el primer desequilibrio y la confrontación entre lo hecho, lo que se debería haber hecho, y el resultado. Los otros miembros del grupo pueden en ese momento, corregir, sugerir, modificar y cambiar todo lo hecho hasta ahora. Para quien inicio la tarea y ha trabajado de manera intensa en la misma, puede resultar muy bochornoso. Las emociones negativas experimentadas son muy fuertes durante el encuentro, y los pensamientos rumiativos posteriores con relación a sus propias capacidades aún mayores (la autoestima se debilita).

Se pregunta entonces, ¿dónde he fallado?, ¿lo he hecho todo yo?, ¿aquí nadie me ha ayudado?, ¿quiénes se han creído que son para criticar mi trabajo?, pero si es perfecto. Además, “yo, yo, yo…. mi dedicación, mi ilusión, mi compromiso, mi… yo, yo, yo”... Pero, en fin, el mayor problema era no haber sabido delegar, planificar la tarea, distribuir funciones, no gestionar el tiempo y dialogar previamente entre todos.

Trabajar en equipo no es fácil, igual que “viajar con conocidos en vez de amigos”. Aparecen roces, falta de entendimiento entre los roles y tareas, choque de personalidades y egos, susceptibilidades, encuentros y desencuentros. Comunicarse, hablarlo, expresarse, retomar el error, ceder, negociar, volver al diálogo. La empatía como herramienta fundamental y el autocontrol emocional deberán estar presentes. El respeto hacia el otro y la necesidad de trabajar en equipo como miembros de una organización, para conseguir un objetivo común, serán los pilares básicos que gobiernen la relación. La inteligencia emocional, tan necesaria y reivindicada tantas veces, se traduce aquí en atención emocional, autoconocimiento, facilitación emocional (unir la emoción al pensamiento), comprensión emocional (poner etiquetas a lo que siento) y autorregulación (mecanismos para regular emocionalmente y no sufrir). El recordar lo sucedido, rumiarlo, contarlo y volver a contarlo, puede parecer inicialmente de gran ayuda, pero va a perpetuar el problema emocional y no lo resuelve. En estos casos es mejor pasar a la acción, aquí y ahora y hacia delante: sigamos trabajando en equipo planificando, delegando, confiando y comprometiéndonos con la tarea bien hecha.