El galerista y compatriota suizo Iwan Wirth nos confesó a los numerosos periodistas que asistíamos a la presentación del nuevo centro de arte ubicado en la Illa del Rei que este proyecto lo podíamos considerar como un regalo pos-COVID (COVID gift, dijo) ya que la pandemia también supuso un traspié para su loca aventura (en palabras suyas) de abrir un espacio de estas características en un lugar tan especial del puerto de Maó. Una isla dentro de una isla con todas las dificultades que ello suponía en medio de una parálisis mundial que retrasó los planes previstos e, imagino, debió generar algunas noches de insomnio. En cualquier caso, contra viento y marea de oleadas víricas pero también de permisos que se han tenido que sortear para dar forma a una cesión de un espacio público para una actividad privada soportada por la buena fe de las partes en el contrato, como afirmó el presidente de la Fundación Hospital Illa del Rei Luís Alejandre me alegro mucho que por fin sea una realidad. Una realidad que, de entrada, ya nos ha generado un efecto Pigmalión sin precedentes. Por no hablar del impacto mediático global como pocas o ninguna vez lo habíamos visto (a la rueda de prensa asistimos más de 30 profesionales acreditados de medios y agencias locales, nacionales, europeas y americanas). Y luego está el impacto económico que, de momento, sus promotores han obviado cuantificar ni parece que tengan mucho interés en hacerlo, a pesar de que la inversión haya superado los cuatro millones de euros. Sin pasar por alto otra columna del excel con el importe de las tres propiedades que la pareja de galeristas de Zurich ha comprado y reformado en Menorca para disfrutar de la isla. Todo cuenta así como también los puestos de trabajo que se han generado o el suma y sigue de servicios contratados o de plazas hoteleras boutique ocupadas durante estos últimos días, por ejemplo. Una lotería bien repartida, vaya.

Creo que ahora será más fácil ponerse de acuerdo en afirmar que la llegada de proyectos como estos diluyen como un azucarillo las críticas hacia el modelo económico de Menorca basado en la sostenibilidad y la preservación que tantos enfrentamientos había suscitado en comparación a la próspera Eivissa y su PIB. Aun así, los propios menorquines tendremos la misión de saber administrar el éxito sin perder la identidad ni la esencia de lo que atrae a quien se siente seducido por Menorca. Para tener los pies en el suelo, nada mejor que coger la guitarra y entonar de vez en cuando la ‘Balada d’en Lucas’ este verano. ¡Feliz descanso!