La mentira, según la Real Académica Española (RAE), es “una expresión o manifestación contraria a la verdad, a lo que se sabe, se cree o se piensa”. El hecho de mentir es utilizado para engañar, fingir, aparentar, persuadir o evitar situaciones. Así se define la mentira, pero si analizamos la repercusión de mentir, básicamente diríamos que es “perder la confianza hacia quien miente”, con consecuencias como daño, tristeza y rabia en el receptor. En cualquier tipo de relación humana, la mentira es aquello que nos perturba e incomoda.

Cuando una persona miente tiene una intencionalidad y ello genera un cambio en sí mismo y también hacia los otros. Así, cuando aparece la mentira, la relación humana se enfría e incluso se rompe. No se volverá a confiar en la persona que miente, y si ésta miente es seguramente porque está queriendo ocultar algo. En las relaciones básicas padres-hijos, la mentira no debe tolerarse, desde el principio. Debemos enseñar a nuestros hijos que quien miente va a perder la credibilidad como persona e incluso lo más valioso, sus amigos. Les haremos ver que mentir no lleva beneficios sino desventajas. Es cierto que hay mentiras piadosas y que surgen en el ciclo evolutivo con una finalidad concreta -el niño pequeño que fantasea, miente u oculta parte de la verdad de manera natural y sencilla como parte del juego comunicativo-. El problema viene cuando este hecho se repite y se perpetua. Pero estas mentiras piadosas también se dan en el adulto, a veces con una finalidad concreta, según mi amigo Xavi dice: “Se miente para no ver o no querer ver la verdad. Dependiendo de que verdad, mejor no verla”. En otras relaciones humanas, por ejemplo en la laboral, la mentira se traduce en falta de compromiso, responsabilidad y sobre todo falta de compañerismo. No nos fiaremos de un compañero que miente, seguramente denota egoísmo, no compromiso con la tarea ni con las personas. En la relación familiar, mentir supone un disgusto y una desilusión muy grande. Quien miente no merece su aprobación ni su justificación. Incluso narrando un hecho sin importancia, quien miente no merece ser atendido. Además, ello exige un tiempo a veces prolongado para recuperar la confianza.

Detrás de una persona que miente puede haber baja autoestima, frustración, no aceptación o aislamiento y no sentirse capaz de comportarse socialmente de manera adecuada. En la sociedad actual, rodeada de mentiras, engaños, ilusiones, sensaciones fugaces y artificiales, y donde se finge una vida maravillosa, irreal, utópica centrada en el bienestar inmediato, hacia el hedonismo, con altas dosis de narcisismo y egos emergentes, “la patología del ego”, huyamos de la mentira y centrémonos en la autenticidad, concreción y respeto. Para ello, ser uno mismo sin mascaras nos podrá llevar a interacciones sociales saludables y beneficiosas con gente sincera y creíble. Para tener pericia como persona y fiabilidad, no olvide centrarse en esa verdad valiosa y que desde aquí reivindico como un bien preciado que nos permite pensar y actuar con libertad.