En 1983 con motivo del Día Mundial del Turismo, patrocinado por la OMT, el diario Ultima Hora (27.9.83) publicó una reflexión mía sobre El viaje y las vacaciones: un derecho pero también una responsabilidad. Además de evidenciar el derecho a las vacaciones denunciaba una menor evidencia de la responsabilidad que ello supone. A diferencia de la clara responsabilidad de la parte «económica» de la vacación, definida para el usuario y para el que presta los servicios turísticos, la responsabilidad de la parte «ecológica» no es tan clara. Sería demasiado simple creer que solo corresponde a los organismos públicos dado que los bienes naturales (playas, costas, bosques, etc.) son públicos, ya que son los mismos residentes, los turistas y las empresas quienes participan en la degradación del medio ambiente.

Este proceso fue agravado por el turismo masivo de los últimos años en populares destinos turísticos y también en otras zonas de la Europa urbana e industrial, pero en ningún caso debería haber existido en un destino turístico como Balears, pues precisamente su economía se basa en un equilibrio ecológico y en la belleza y calidad de su naturaleza (p.e. playas). Al margen de consideraciones climáticas que explican la estacionalidad de la afluencia en Balears, es notable que la explotación de sus playas no ha sido nunca limitada por la concurrencia de zonas urbanas o por actividades industriales y agrícolas. Sin embargo, el exceso de construcción turística y residencial en urbanizaciones costeras ha mermado la calidad de su paisaje.

En 1980, el 30 Congreso de la AIEST (Asociación Internacional de Expertos Científicos del Turismo), celebrado en Palma, asumió la preocupación por temas sociales y ecológicos en la toma de decisiones políticas sobre turismo. Después de una satisfactoria estancia sus miembros me comentaban que Mallorca, pionera del turismo español y mediterráneo, tenía una magnífica oportunidad para ser la zona turística más avanzada e inteligente del Mediterráneo ante el reto de un progreso turístico sin destrucción del medio ambiente. Yo añadía que «nuestros políticos tienen la palabra pero que, sin mayor nivel de unión y colaboración a todos los niveles de nuestra sociedad insular, el futuro de nuestros nietos estará comprometido». Tras casi 40 años de esta reflexión el riesgo existe todavía por problemas de comunicación.

En 1981, la OMT diseñó un Código del Turista que recomendaba al turista una mayor comprensión de las costumbres y del medio ambiente de los países visitados. Hace años que los turistas que visitan Balears regresan a sus lares muy satisfechos de sus vacaciones, aunque también es evidente que unos pocos no son responsables con la convivencia y el medioambiente. En este contexto es destacable que los auges del turista-repetidor y del turista-residente en Balears han supuesto una mejor comprensión del destino turístico y han contribuido al fomento del patrimonio cultural y monumental, así como de artes plásticas, folklore, artesanía, música y deportes. Es la evidencia de una exitosa convivencia de turismo y sociedad que merece ser tratada con esmero para mantener el buen nivel de hospitalidad de Balears.