La evidencia que hemos acumulado sobre el desarrollo económico muestra a un grupo de regiones que han tenido un alto desempeño económico y social, no solo por haber crecido a un ritmo alto y sostenido durante un largo período de tiempo, sino por haber asentado un patrón de crecimiento que ha llevado a la diversificación productiva, una elevada tasa de cambio tecnológico, un aumento de la productividad, así como a una mejora de las rentas del trabajo y del capital.

La interpretación acerca de qué factores y políticas separan a Balears de las regiones que consiguen este alto desempeño económico y social sigue siendo un tema de intenso debate, pero existe un elevado consenso sobre el hecho de que, si una economía no logra diversificar su estructura productiva y sus exportaciones o generar empleos productivos, la administración debe buscar formas para impulsar este proceso. Estos esfuerzos se concretan bajo ‘políticas de competitividad’, ‘políticas de innovación, tecnología’, ‘política de diversificación económica’ o ‘políticas de promoción de clústeres’. Todas estas políticas tienen un aspecto en común: se trata de mecanismos, medidas e incentivos que persiguen promover la colaboración estratégica entre el sector privado, los trabajadores y el sector público con el objetivo de sortear los obstáculos al crecimiento, promover las actualización tecnológica, acelerar los procesos de aprendizaje y el crecimiento de la productividad.

No es menos cierto que los instrumentos para promover la transformación productiva han cambiado con el tiempo en parte como resultado de una mejor comprensión de lo que funciona y en parte porque los acuerdos y tratados entre países (como el de la Unión Europea) han reducido el espacio para el uso de algunos de los instrumentos que fueron ampliamente utilizados en el pasado. Sin embargo, queda un amplio espacio para promover la transformación productiva, utilizando tanto la diversificación hacia bienes y servicios de mayor valor agregado como la introducción de nuevos sectores con alto potencial de crecimiento y creación de empleo.

También se han aprendido muchas lecciones para diseñar estas políticas de manera que se eviten los problemas del pasado, como los incentivos excesivos, la falta de transparencia y rendición de cuentas…
Con todo, la evidencia disponible ofrece tres importantes lecciones. En primer lugar, que tanto la industria como los servicios ofrecen un amplio potencial para aumentar los rendimientos y ampliar oportunidades en una variedad cada vez mayor de tecnologías y ocupaciones. No cabe distinción entre ellos, como tampoco cabe frente a la agricultura.

En segundo lugar, que las políticas educativas juegan un papel central en la configuración de la dinámica de transformación productiva de una región. Existe una fuerte evidencia empírica de que la transformación educativa suele preceder a la transformación económica.

En tercer lugar, que las políticas, que han resultado más eficaces para promover la transformación productiva son aquellas que adoptan un enfoque sistémico y que, lejos de medidas parciales, consideran la totalidad (conjunto de componentes), la complejidad (reconoce las múltiples interrelaciones) y la dinámica (ponen atención en las consecuencias de las interacciones) a la hora de diseñar intervenciones, mecanismos, medidas o incentivos. Con ello, se consiguen aprovechar las conexiones que se dan entre las distintas ramas de producción y los esfuerzos terminan generando el impacto deseado: un alto desempeño regional.