Francesc Tutzó fue miembro de la Comissió del Onze. | Gemma Andreu

El menorquín Francisco Tutzó, actual presidente de la empresa Quesería Menorquina SL y del Cercle d’Economia de Menorca, formó parte de la Comissió dels Onze que se formó para redactar el anteproyecto del Estatut d’Autonomia de les Illes Balears. Un texto que posteriormente debería ser aprobado por la Asamblea de Parlamentarios y Consellers, que el propio Tutzó presidió, entregando el texto una vez redactado a Landelino Lavilla, presidente del Congreso de los Diputados, para su posterior tramitación como Ley Orgánica. Tutzó fue también el primer presidente del Consell Insular de Menorca, vicepresidente del Consell General Interinsular y, a la dimisión del presidente Jerónimo Albertí, fue elegido para sustituirle al frente del ente preautonómico. Conversamos con él cuando se cumplen cuarenta años de una efeméride que posibilitó que los Consells Insulars sean hoy día nuestro gobierno local.

Usted jugó un papel importante en la consecución de nuestro Estatut d’Autonomia, ahora hace 40 años. ¿Qué supuso aquel hito?
Verdaderamente significó un antes y un después para nuestras Islas. La autonomía fue posible gracias al proceso democrático propiciado por el rey Juan Carlos y ejecutado por el presidente Adolfo Suárez, a la muerte de Franco. El régimen administrativo que hasta entonces había tenido nuestra provincia con la antigua Diputación Provincial al frente, no había cubierto ni de lejos las expectativas y reivindicaciones, especialmente de Menorca y Eivissa y Formentera, ni se adecuaba en absoluto a la singularidad geográfica de nuestra provincia. Desde que en 1912 se constituyeron los Cabildos Insulares del archipiélago canario, Balears estuvo solicitando que se modificara de igual modo la estructura administrativa con la creación de los Consells Insulars y el Consell General Interinsular. Una petición que no fue atendida por ninguno de los gobiernos que se fueron sucediendo durante todos estos años hasta que en 1978 se puso en marcha transitoriamente el régimen preautonómico. Posteriormente, la Ley 39/1978 de 17 de junio de elecciones locales, en sus artículos 39 y 40, estableció la organización de Balears en tres Consejos Insulares y el Consejo General Interinsular. La Constitución del 78 en su artículo 141.4 consagró definitivamente que los archipiélagos tendrían su administración propia en forma de Cabildos o Consejos.

¿Cómo se gestó?
La Constitución española hizo posible la autonomía. Todos los partidos políticos de Balears tenían claro que el proceso autonómico, una vez aprobada la Carta Magna, debía ser una realidad. El 10 de Julio de 1977, una vez celebradas las elecciones constituyentes, el senador por Menorca Guillermo de Olives convocó a todas las fuerzas políticas de la isla para formalizar el «Pacte del Toro». El apoyo fue unánime y a partir de este momento, el papel de los menorquines fue determinante para que todos los partidos del arco parlamentario de Balears se conjuraran para aprobar un Estatut d’Autonomia, que tuviera en cuenta el papel nuclear que debían jugar los Consells Insulars. Desde Menorca se tenía claro que debían convertirse en los gobiernos de cada una de las islas, superando su condición inicial de diputaciones de régimen común de ámbito insular.

¿Quién hizo la redacción del Estatut?
Como ya he comentado, una vez celebradas las elecciones del mes de abril del 1979 y constituidos los Consells Insulares y el CGI, se formó la Comissió dels Onze, integrada por once personas de distintas formaciones políticas. Los puntos más conflictivos, a parte de la lengua y la bandera, fueron la composición del Parlament y el papel de los Consells Insulars. Es decir, que el Estatut contemplara la paridad y la subsidiaridad. Para conseguir esto último se pretendía que los Consells fueran por un lado instituciones de la Comunitat al mismo nivel que el presidente, el Govern y el Parlament. Por el otro, que pudieran asumir la función ejecutiva o la gestión de determinadas competencias políticas, delegadas o transferidas por la Comunitat y que a su vez, fueran el brazo administrativo del Govern en la isla para evitar una administración paralela de la Comunitat. El tema de la subsidiariedad se solventó con el famoso artículo 39 del Estatut, donde se detalló un catálogo de competencias susceptibles de ser transferidas o delegadas a los Consells Insulars.

¿Y la paridad?
Por lo que hace referencia a la composición del Parlament, finalmente no fue posible mantener la paridad corregida que se había logrado en la composición del GGI (12 representantes de Mallorca, 6 de Menorca y 6 de Eivissa-Formentera) y se optó por una composición que tuviera más en cuenta el peso demográfico de cada isla. Para evitar el disenso en este tema, sobre todo de Menorca y Eivissa, se optó por buscar un apaño que fue el artículo 24.6 del Estatut, que afirmaba textualmente que para la aprobación de los presupuestos, de las leyes que afectaran a los Consells Insulars y a la modificación del Estatut, sería necesario que la mayoría para su aprobación contara con el voto favorable, computado en forma separada, de los parlamentarios que representaran, cuando menos, a dos islas diferentes.

¿Qué perseguían con estas peticiones?
Nuestra aspiración era que los Consells Insulars no se convirtieran tan solo en un ayuntamiento de ayuntamientos, sino que fueran los verdaderos gobiernos insulares. Actualmente los Consells Insulars son instituciones de la Comunitat y, efectivamente, con los años han asumido el bagaje competencial que los ha convertido, de hecho, en la primera institución de gobierno de la isla. Ahora lo importante es que se gobierne con eficacia y eficiencia y que el ciudadano así lo perciba.

¿Cómo era la Menorca de hace cuarenta años desde el punto de vista económico?
Muy diferente de la actual. Teníamos un sector industrial mucho más potente y un sector primario, dedicado fundamentalmente a la producción lechera y queso artesanal, significativamente más vigoroso. La industria fue la locomotora económica de la isla desde mediados del siglo XIX hasta la década de los años ochenta en que se introdujo con fuerza en Menorca el turismo de masas. Desde este momento la economía de la isla se ha ido escorando hacia el sector terciario siendo hoy el turismo el gran activo económico. La tarea actual es intentar diversificar nuestro modelo productivo y desde la sostenibilidad y el mantenimiento de nuestro entorno natural y paisajístico que es nuestro principal activo, apostar por las nuevas tecnologías y por las industrias del conocimiento que no tienen que arrostrar con el peaje del coste de la insularidad.

¿Fue un cambio inevitable o deseado?
Menorca, como Balears, es un exponente claro de esta España solar que se caracteriza porque sus dos grandes fuentes de riqueza sean el turismo y la construcción. Nuestra situación geográfica nos ha conducido a ser el destino vacacional de nuestros vecinos europeos.

¿Y cree que nos ha ido peor o mejor con este cambio de modelo?
No creo que Menorca esté hoy peor que hace cuarenta años sino todo lo contrario. No obstante, insisto, debemos diversificar nuestro modelo económico para asegurar un crecimiento más armónico y sostenido.

Esto seguramente sea más fácil de decir que de conseguir….
Efectivamente, los menorquines tenemos que ser inteligentes para aprovechar las oportunidades que se presenten y evitar nuestro actual monocultivo turístico. En este sentido, la sede universitaria de Alaior, creada hace 25 años, ha sido uno de los grandes aciertos y creo que los menorquines no somos conscientes de las enormes posibilidades que ello supone para nuestros jóvenes. Potenciar esta sede, como ahora se está haciendo con la implantación de los estudios en ingeniería informática, forma parte de las oportunidades a las que me refiero. También la inversión en formación profesional es fundamental para que Menorca siga progresando. De la formación académica, profesional y capacidad de emprendimiento de nuestra juventud depende el futuro de la isla.

Progresando para que también los jóvenes que se formen no se tengan que marchar…
Sí, claro…. No nos podemos permitir exportar talento, hay que retenerlo o, en todo caso, crear las condiciones precisas para que puedan regresar a nuestra isla después de que hayan completado su ciclo formativo, con un posgrado en el extranjero. Con capital humano de excelencia lograremos una Menorca socialmente cohesionada, más próspera y sostenible.