Antoni Alcover
Antoni Alcover

Profesor de Economía de la UIB

Comprender lo incomprensible

TWL

Ningún economista parece encontrar sentido al aparente comportamiento irracional de Donald Trump pero quizás tenga una cierta explicación. En los años ochenta hubo una controversia que se resumía en una frase: free trade versus fair trade o comercio libre frente a comercio justo. El primero prioriza la globalización y la libre competencia mientras que el segundo prioriza las condiciones del productor. Trump ideológicamente busca el fair trade y no le importa sacrificar la economía financiera por la economía real. Para Trump su votante es el blue collar no el white collar y no le importa que sufra Wall Street si a cambio recupera la autonomía industrial y la independencia estratégica perdida frente a China. A esta situación se ha llegado por el abuso de los mecanismos creados por los EE.UU tras la segunda guerra mundial que según Trump han realizado países como China. El resultado de esta deficiente globalización lo han pagado los obreros y empresas americanas que han tenido que competir en desigualdad de condiciones con trabajadores de países emergentes. Para comprender estos argumentos conviene repasar la historia.

Tras el crack de 1929 y el inicio de la Gran Depresión, los EE.UU padecieron una caída del 25% del PIB y un rápido aumento del desempleo que acabaron conduciendo al país a practicar una política sustitutiva de importaciones. En 1930 se aprobó la Tariff Act o ley Smoot Hawley. Al año siguiente el Reino Unido con problemas similares introdujo los Derechos Imperiales, Francia empezó a contingentar importaciones y Alemania generalizó los sistemas de clearing o trueque comercial. Se inició así una guerra comercial que se acentuó cuando casi todos los países abandonaron el patrón oro y empezaron a devaluar sus monedas para incentivar sus exportaciones. En unos años más del 70% del comercio mundial de mercancías había desparecido, pero no el estancamiento económico.

La depresión y el hundimiento del comercio dio alas a la llegada de los extremismos. En Nueva York, Central Park estaba lleno de chozas que albergaban a gente sin hogar mientras muchas casas estaban vacías. Estas contradicciones fueron el caldo de cultivo del nacionalismo y de los partidos que ofrecían soluciones fáciles que auparon a personajes como Mussolini o Hitler. Tras la segunda guerra mundial, EE.UU lideró la instauración de un nuevo orden económico. Un orden multilateral cimentado en la cooperación internacional y vigilado por instituciones que se denominó Bretton Woods, en cual el FMI garantizaba la estabilidad cambiaría evitando devaluaciones competitivas, el Banco Mundial encauzaba fondos para la recuperación y el desarrollo y el GATT (Acuerdo General de Comercio y Aranceles) regulaba el comercio internacional.

En 1947 las principales potencias económicas reunidas en la Habana aprobaron unos principios comerciales generales y una lista con más de 10.000 productos cuyos aranceles quedarían topados a partir de entonces. El eje del acuerdo era la cláusula de la nación más favorecida (CNMF) por la que si un país que concediera una ventaja comercial a otro se extendería automáticamente a los demás firmantes. La idea era ir negociando la incorporación de cada vez más productos al acuerdo y avanzar así hacia el libre comercio. Para evitar engaños se prohibía las subvenciones directas que falsearan los precios de los productos, la venta por debajo del coste de producción (dumping) para hundir a la competencia y los contingentes o limitaciones cuantitativas al comercio.

Pero en 2001 China logró su entrada al GATT y automáticamente se benefició de todas las rebajas acumuladas durante décadas por la aplicación de la cláusula de la nación más favorecida. Los miembros del GATT veían en China un gran mercado e innumerables posibilidades de inversión pero con el tiempo China se ha convertido en un gran competidor en el que vender un coche resulta difícil mientras China puede hacerlo con facilidad en Occidente. El oscurantismo que permite una dictadura impiden perseguir la vulneración de los derechos de propiedad, demostrar las prácticas de dumping y las abrumantes sospechas de subvenciones y ayudas de Estado en productos como las placas solares o las baterías abriendo el debate del free trade versus fair trade. Si China no cumple las reglas de la carta de la Habana hay una excusa moral para frenar y replantear las bases del comercio internacional y esa es la visión de Trump.