Aquí, el ritmo lo marca la naturaleza, y cada rincón invita a desconectar del ruido sin perderse Menorca. Propiedad de la familia Pons Almagro, fue inaugurado en 2017, tras una remodelación de siete meses para dar una segunda vida a esta propiedad. Lo que hasta entonces había funcionado como casa vacacional, se transformó en un hotel con alma, levantado sobre los pilares de un turismo familiar, sostenible y de calidad. Un agroturismo dinámico pero silencioso que no busca impresionar, sino acoger y atrapar.
UNA CASA CON HISTORIA. La finca data del siglo XIX y conserva el nombre original de Santa Mariana, en honor a la historia del lugar. La casa principal acoge diez habitaciones y hay una más situada en un espacio independiente. En total, once estancias entre dobles estándar, superiores con terraza, de lujo y una suite con terraza privada, de cuyo interiorismo se encargó la propia familia, tratando de respetar el espíritu menorquín pero sin renunciar al confort contemporáneo, tal y como explica su directora, Aina Pons.
Las habitaciones mantienen la esencia de una típica finca menorquina y detalles de artesanía local, conjugados con una decoración sobria, elegante y de tonos suaves que invitan al descanso. Todo en Santa Mariana rezuma calidez, desde la elección del mobiliario hasta la iluminación o los textiles, cuidadosamente seleccionados para crear un ambiente relajado y acogedor. No es casualidad que buena parte de sus huéspedes repita, tal y como explica su directora. «Tenemos una familia americana que pasa cada año dos semanas y que el último día, ya nos reserva para el año siguiente» confirma. «En Santa Mariana hemos querido transmitir lo que es Menorca desde una mirada íntima y sincera», añade. «Y que quien venga aquí, sienta que forma parte de nuestra casa».
GASTRONOMÍA. Uno de los grandes orgullos de Santa Mariana es su oferta gastronómica, que se ha convertido en un verdadero atractivo para quienes buscan disfrutar de los sabores de la isla en su versión más auténtica. El restaurante, que hasta la fecha había sido regentado por el chef José María Borras, ha arrancado temporada con un nuevo equipo de cocina formado por los chefs Raúl Sánchez y Albert Gil, que lideran un proyecto gastronómico centrado en el producto local, la sostenibilidad y la emoción.
«Nuestra cocina tiene la suerte de poderse abastecer en gran parte de un huerto ecológico que tenemos repartido entre la finca y otras propiedades donde cultivamos hortalizas, aromáticas, tomates, lechugas y frutas que luego se transforman en platos honestos y sabrosos». detalla María Pons, responsable de administración. En el comedor interior o en la terraza, con capacidad para una veintena de comensales, se sirven los platos del menú degustación y de la carta, priorizando siempre a los huéspedes alojados. El restaurante de Santa Mariana ha sido mencionado por la Guía Michelin durante tres años consecutivos, y aspira a seguir siendo un referente gastronómico dentro del circuito de agroturismos con alma propia. La bodega es también otro punto fuerte, seleccionada por el sommelier Javier del Campo, con una carta que marida a la perfección con los sabores de la tierra.
AGROTURISMO REAL. A diferencia de otros establecimientos, Santa Mariana es un agroturismo en sentido pleno. La finca está viva con gallinas, patos, burros, ovejas, caballos, campos de cultivo y senderos para pasear. Entre sus joyas más preciadas destaca el aceite de oliva virgen extra ecológico que producen en la finca, a partir de más de 9.000 olivos de variedades como arbequina, hojiblanca, picual o cornicabra que tienen repartidos entre Santa Mariana y otra finca de Punta Prima.
Un oro líquido que no solo acompaña los platos del restaurante, sino que también puede adquirirse en el propio establecimiento. Precisamente uno de los nuevos proyectos que este año el agroturismo va a poner en marcha, es la apertura de una sala de catas dentro de la propia finca que funcionará como pequeño colmado para poder degustar y adquirir el aceite que elaboran. También tienen previsto lanzar una nueva línea de mermeladas artesanas que empezarán a comercializar. «Nos hace mucha ilusión este proyecto porque nos permite poder ofrecer un nuevo espacio complementario a Santa Mariana que estará disponible para todo tipo de eventos, reuniones y presentaciones», explica Aina Pons.
PROYECTO CON RAÍCES. Detrás de Santa Mariana hay una historia de compromiso, de inversión responsable y de amor por la isla. No se trata de un negocio improvisado ni de una aventura pasajera. Es un proyecto con raíces que cuenta con un equipo estable de unas 20 personas entre cocina, jardinería, limpieza y atención al cliente. El agroturismo se mantiene abierto desde abril hasta finales de octubre, aunque el año pasado alargaron la temporada hasta noviembre. Uno de los mayores logros del proyecto es haber sabido conjugar la hospitalidad con la autenticidad. «Recibimos a mucha gente de Menorca que aprovecha para hacer una desconexión de fin de semana o también mallorquines que disfrutan del turismo interior con la propuesta gastronómica que les añadimos», comenta Maria Pons.
La atención al cliente es personalizada, cercana, casi de tú a tú. Quien se aloja en Santa Mariana no es un número sino un invitado como afirma su hermana Aina. Y ese trato, marca la diferencia. «Muchos de los huéspedes, sobre todo franceses, italianos y norteamericanos han regresado más de una vez. De hecho, durante la pandemia, todos los que tuvimos alojados, ya habían estado antes. Ese es quizás el mejor indicador del alma del lugar», concluye.