Los visitantes de Mallorca siguen padeciendo en pleno mes de junio los problemas generados por las obras de remodelación de dos de las más importantes infraestructuras de Palma, el Aeropuerto y el Paseo Marítimo. Son Sant Joan es el tercer aeropuerto más importante de España, después de Madrid y Barcelona, y en sus pistas despegaron y aterrizaron en 2024 nada menos que 33,3 millones de pasajeros, un 7% más que en 2023. Por su parte, el Paseo Marítimo de Palma, que ha venido siendo una arteria fundamental del tráfico rodado de la isla, inició en 2022 los trabajos para convertirse en uno de los más bellos y sostenibles del Mediterráneo, con un 70% del espacio destinado a peatones y bicicletas.
Es evidente que el modelo turístico que deseamos, más cualitativo y sostenible, pasa por modernizar y transformar nuestras infraestructuras, pero de ahí a arruinar la primera impresión- y la última, que los visitantes reciben de nuestra isla de Mallorca, gracias a las nefastamente planificadas obras del aeropuerto, unido a una evidente falta de mantenimiento, no contribuye a ofrecer la experiencia de calidad que busca el turista de alto valor añadido. Tampoco se llevan una grata experiencia de Mallorca los que apenas consiguen desplazarse ni por una Vía de Cintura -colapsada ya durante todo el año- ni por un Paseo Marítimo en obras que parecen perpetuas, y sin que se haya previsto alternativa alguna al tráfico reducido tras la reforma.
Todos los aeropuertos del mundo se actualizan mediante obras de diversa magnitud, tratando siempre de afectar lo menos posible a su operatividad, y todas las ciudades realizan en algún momento obras de mejora urbanística y paisajística, tratando de optimizar su planificación para minimizar la afectación al tráfico y la vida cotidiana de los residentes y transeúntes. En Palma, en cambio, el aeropuerto parece haber hecho coincidir las mayores afectaciones a los viajeros con la temporada más alta, (poniendo a prueba su paciencia además con los ascensores averiados y un engorroso circuito de entrada y de salida, o con las omnipresentes goteras – apenas disimuladas con maceteros estratégicamente situados), y nuestro Paseo Marítimo sigue mostrando este verano, tras casi tres años de obras, una desoladora imagen de vallas y barricadas.
Al igual que los hoteles y otros negocios privados planificamos nuestras reformas para interferir lo menos posible con el negocio del cual vivimos, sería deseable que Administraciones como AENA o la Autoridad Portuaria se esmerasen en la planificación de trabajos que afectan directamente a la imagen de nuestros destinos y por ende, al negocio de todos: si queremos gestionar la demanda turística para atraer un turismo de mayor calidad, debemos ofrecerle servicios equiparables a los de los destinos que compiten con nuestras Islas por dichos viajeros. No dejemos que nuestros visitantes se lleven, como primera y última impresión de sus vacaciones, la experiencia de un aeropuerto caótico y deteriorado.