Los líderes de la Unión Europea iniciaron ayer una cumbre de dos días clave para intentar lograr una solución definitiva a la crisis del euro entre nuevos llamamientos que dan un mayor sentido de urgencia a la reunión. El pesimismo y la división marcaron la jornada de ayer.
Los jefes de Estado y Gobierno de la UE mantuvieron una cena informal, previa a las discusiones formales de hoy, aunque abordaron a fondo las propuestas planteadas, entre las que hay bastantes divergencias entre las ideas de Alemania y Francia y las del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.
La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se reunieron con el primer ministro británico, David Cameron, en un intento por acercar posturas antes de iniciarse la cumbre, pero dejaron claro su rechazo a las condiciones que pone Londres para apoyar una reforma de los Tratados a Veintisiete, que impide perder poder soberano y dárselo a Bruselas.
División
La división también se dio en países por reforma como España y Holanda y otros que opinan lo contrario, como el mismo Reino Unido y Suecia. La cumbre busca un nuevo pacto para consagrar la disciplina fiscal en los tratados comunitarios, así como medidas financieras inmediatas para poner fin a la crisis, si bien con importantes diferencias entre las recetas planteadas. Merkel insistió a su llegada en pedir «más compromiso» con la disciplina presupuestaria como requisito para recuperar la credibilidad de la moneda única.
Sarkozy advirtió de que, si mañana no hay acuerdo en este Consejo Europeo, «no habrá una segunda oportunidad», y recalcó que «nunca el riesgo de explosión ha sido tan grande», por lo que «Europa se enfrenta a una situación extremadamente peligrosa».