El presidente de Rusia, Vladímir Putin (c), conversa con los ministros rusos de Relaciones Exteriores, Sergey Lavrov (i), y de Defensa, Sergey Shoygu, durante una reunión en el Kremlin de Moscú. EFE/Mikhail Klimentyev

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ordenó este lunes, en víspera del quinto aniversario de la guerra civil en Siria, la retirada del grueso de las tropas rusas desplegadas en el país árabe desde hace más de seis meses.

«Creo que la tarea que nuestras fuerzas armadas y el ministerio de Defensa tenían por delante se ha cumplido en términos generales. La eficaz labor de nuestros militares ha creado las condiciones para el inicio de un proceso de paz», anunció el líder ruso.

El repliegue de las fuerzas rusas involucradas en la operación aérea contra el Estado Islámico (EI) comenzará mañana, un día después de que en Ginebra haya comenzado la segunda ronda de negociaciones entre el régimen de Bachar al Asad y la oposición moderada siria.

El Kremlin explicó que la decisión de retirar las tropas fue de Putin, aunque éste la consensuó con Asad, a quien el líder ruso llamó para comunicarle que Rusia mantendrá suficientes tropas para controlar el cumplimiento del alto el fuego en vigor desde hace tres semanas.

«Nuestras bases, la marítima en Tartus (puerto en el Mediterráneo) y la de aviación en el aeródromo de Jemeim (Latakia) seguirán funcionando. Deben ser defendidas por tierra, mar y aire», precisó Putin durante una reunión con los ministros de Defensa y Exteriores.

A partir de ahora, destacó, «esas fuerzas, que han estado emplazadas en Siria durante muchos años, deben cumplir una función muy importante de control sobre el alto el fuego y de creación de las condiciones para el proceso de paz».

Por su parte, según el Kremlin, Asad agradeció a su colega ruso la ayuda prestada en la «lucha contra el terrorismo» y la asistencia humanitaria a la población civil.

En opinión de ambos líderes, la retirada de las tropas rusas es posible gracias «a los éxitos que el Ejército sirio ha logrado en la lucha contra el terrorismo con la ayuda de Rusia» y al «mantenimiento del alto el fuego» acordado en febrero por Rusia y EEUU.

«Con la participación de las fuerzas rusas, las tropas sirias y las fuerzas patrióticas consiguieron cambiar radicalmente la situación en la lucha contra el terrorismo internacional y tomar la iniciativa prácticamente en todas las direcciones», destacó Putin.

Recordó que Rusia empleó durante esos seis meses cazas y misiles antiaéreos S-400, submarinos y buques de guerra, «que utilizaron el armamento más moderno» en su lucha contra los terroristas, como misiles de crucero disparados desde los mares Caspio y Mediterráneo.

Según el ministerio de Defensa, con el apoyo de la aviación rusa las tropas sirias pudieron recuperar 10.000 kilómetros cuadrados de territorio y liberar más de 400 pueblos y ciudades.

El domingo en París el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, estimó que desde la entrada en vigor de la tregua el EI ha perdido unos 600 combatientes y 3.000 kilómetros cuadrados de territorio.

El Kremlin destacó que «las legítimas autoridades de Siria proseguirán naturalmente luchando contra el terrorismo en su país».

Con todo, Putin y Asad destacaron que la tregua ha reducido «el baño de sangre», mejorado la situación humanitaria y creado «las condiciones para el inicio de un proceso de arreglo político bajo la égida de la ONU».

Putin confía en que esta decisión «sea una buena señal para todas los bandos en conflicto, contribuya a incrementar en gran medida la confianza entre las partes (..) y permita la solución del problema sirio por medios pacíficos».

Al respecto, el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, reconoció que las negociaciones en Ginebra «no serán un trabajo fácil, ya que aún hay que acordar cómo todos esos grupos (Gobierno y oposición) pueden sentarse en una misma mesa».

«Por el momento los representantes de la ONU trabajan individualmente con cada uno de ellos. Pero el proceso ha comenzado y en nuestro interés está el que sea sólido e irreversible», dijo.

Putin ordenó iniciar la intervención aérea en Siria el 30 de septiembre de 2015 a petición de Asad poco después de abogar en la ONU por crear una amplia coalición internacional contra el yihadismo.

Durante la operación Rusia ha sido acusada por Occidente y Turquía de centrar sus ataques en las posiciones de las milicias contrarias a Asad y no en el Estado Islámico, y de causar víctimas entre la población civil, algo que Moscú siempre ha negado.

Moscú únicamente reconoció dos bajas durante estos seis meses de presencia en Siria, uno de los pilotos del bombardero Su-24 derribado por Turquía en noviembre y que fue abatido por unos guerrilleros cuando descendía en paracaídas, y un miembro de los equipos de rescate que acudió en su ayuda.

Además, como represalia por su intervención, el Estado Islámico perpetró un atentado terrorista contra un avión de pasajeros ruso que estalló cuando sobrevolaba en octubre la península egipcia del Sinaí con 224 personas abordo.