Madre e hija, frente al monumento a las víctimas del atentado del 11-S. | Reuters

Es probable que todos recordemos dónde nos encontrábamos el 11 de septiembre de 2001, cuando Estados Unidos fue objeto del mayor atentado terrorista de su historia.

Fueron tres ataques (un cuarto no llegó a su objetivo) al mismo corazón del país todopoderoso que ese día se vio sorprendido por unos atentados que aún quedan en la memoria de todos y que hicieron que el miedo al terrorismo yihadista se extendiera a todo el mundo.

El resultado fue la muerte de cerca de 3.000 personas y más de 6.000 heridos, así como la destrucción del entorno del World Trade Center en Nueva York y graves daños en el Pentágono, en el Estado de Virginia.

Fue a las 8.45 hora local (12.45 GMT), cuando un Boeing 767 de American Airlines se estrellaba contra una de las torres gemelas de Nueva York, en concreto, la torre Norte, sede del emblemático centro financiero World Trade Center, unas imágenes que para siempre quedarían grabadas en nuestra memoria. En ese avión viajaban 81 pasajeros y 11 tripulantes.

11-S

El segundo ataque llegaría a las 9.03 horas local (13.03 GMT). En esta ocasión fue un avión de United Airlines, un boeing 757 que cubría el trayecto de Boston a Los Angeles con 56 pasajeros y 9 tripulantes a bordo, el que se estrelló contra la torre Sur. En las dos horas siguientes ambos rascacielos se derrumbaban.

Mientras el mundo contenía la respiración a la vista de las imágenes retransmitidas en directo por las televisiones, menos de una hora después, a las 9.43 local (13.43 GMT) otro avión de American Airlines se estrellaba en el Pentágono con 58 pasajeros y 6 tripulantes a bordo.

No sería el último acto terrorista de ese día negro para la historia. Un cuarto avión de la compañía United Arilines que volaba de Newark a San Francisco se estrellaba a las 10.10 hora local 10.10 (14.10 GMT) en Somerset (Pennsilvania), con 38 pasajeros y 7 tripulantes.

Según la versión oficial, este vuelo tendría como objetivo el Capitolio de los Estados Unidos, ubicado en la ciudad de Washington, pero se estrelló en campo abierto antes de cumplir su 'misión', tras perder el control en cabina como consecuencia del enfrentamiento de los pasajeros y tripulantes con el comando terrorista.

Los atentados, que fueron condenados inmediatamente como horrendos ataques terroristas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se caracterizaron por el empleo de aviones comerciales como armamento, provocando una reacción de temor generalizado en todo el mundo y particularmente en los países occidentales, que alteró desde entonces las políticas internacionales de seguridad aérea.

Plan original

Al parecer, la idea de los ataques con aviones suicidas vino de Khalid Sheikh Mohammed, quien se la presentó por primera vez a Osama Bin Laden en 1996, tras fracasar un gran proyecto similar abortado por la policía filipina en 1995 denominado 'Operación Bojinka'.

Osama Bin Laden

En 1999 un grupo de musulmanes radicalizados que vivían en Hamburgo (Alemania) y a los que se apodó posteriormente como 'Célula de Hamburgo' viajaron a Afganistán a recibir formación para luchar contra los rusos en la Segunda Guerra Chechena. En ese momento Bin Laden les captó, financió y formó en los siguientes meses para realizar operaciones suicidas con aviones contra edificios emblemáticos de EEUU.

El plan original era secuestrar 12 aviones de los cuales 11 serían estrellados contra los siguientes edificios: dos aviones contra las torres gemelas del World Trade Center, otro contra el Empire State Building (ambos ataques en Nueva York); otro contra el Pentágono (en Arlington); otro contra la Prudential Tower (en Boston); otros 2 contra la Casa Blanca y el Capitolio de los Estados Unidos en (Washington, DC); otro contra la Torre Sears (en Chicago); otro contra la U.S. Bank Tower (en Los Angeles); otro contra la Pirámide Transamerica (en San Francisco); y por último otro avión contra el Columbia Center (en Seattle).

Posteriormente, debido a la cantidad de objetivos señalados se consideró una operación inabarcable y se redujeron los objetivos de 11 edificios a 5: las dos torres gemelas (que representaban la economía capitalista estadounidense y ya habían sufrido un atentado en 1993); el Pentágono (que representaba el poder militar); el Capitolio (que representaba el poder político) y la Casa Blanca (que representa el poder presidencial). Sin embargo, el quinto avión nunca fue secuestrado porque el piloto suicida que lo iba a dirigir (Zacarias Moussaoui) fue detenido por el FBI el 16 de agosto del 2001 por cargos de inmigración.

Diecinueve hombres árabes embarcaron en los cuatro aviones, cinco en cada uno, excepto el Vuelo 93 de United Airlines, que tuvo cuatro secuestradores. De los atacantes, 15 eran de Arabia Saudita, dos eran de los Emiratos Arabes Unidos, uno era de Egipto, y uno del Líbano. En general, eran gente con estudios y de familias acomodadas. Todos ellos murieron en los ataques.

Estado de emergencia permanente

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2011, la percepción del terrorismo ya no es la misma, y la amenaza del terrorismo islámico es en cierto sentido mayor.

Por lo que respecta a Estados Unidos, vive desde entonces en un estado de emergencia permanente. Y es que, tres días después de los ataques contra las torres gemelas y el Pentágono, el entonces presidente George W. Bush emitió una orden mediante la cual decretó una emergencia nacional que otorgaba al jefe del Ejecutivo poderes extraordinarios.

Esta orden fue renovada desde entonces cada año tanto por Bush como, luego, por su sucesor, el actual mandatario Barack Obama, quien la renovó por última vez el pasado 30 de agosto, según recuerda BBC.

Esta declaración permite a quien ocupe la Casa Blanca tomar medidas excepcionales como, por ejemplo, aumentar el tamaño de las Fuerzas Armadas, convocar a la Reserva u ordenar la reincorporación a filas de oficiales retirados.

Pero no solo Estados Unidos reaccionó a los ataques. Tras el 11-S, numerosos gobiernos aprobaron leyes antiterroristas o endurecieron las ya existentes, particularmente de cara al terrorismo islámico. Entre ellos estuvieron el Reino Unido, la India, Australia, Francia, Alemania, Indonesia, China, Canadá, o Rusia. Una consecuencia de dichas medidas fue la congelación de cuentas bancarias asociadas a Al-Qaeda.

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