Más de 3.000 inmigrantes se encuentran hacinados en tres centros de acogida improvisados en la frontera entre Bosnia y Herzegovina y Croacia a la espera de que el duro invierno y los agentes de la frontera les permitan entrar en la UE. Todo apunta a que tendrán que esperar hasta la primavera.

Los inmigrantes están alojados en las localidades bosnias de Bihac y Velika Kladusa a expensas de la ayuda humanitaria que puedan recibir en estas dos empobrecidas localidades. «Tenemos un problema con el invierno. Cuando acabe voy a intentarlo otra vez», ha explicado Hamza, originario de Pakistan. La mayoría de los inmigrantes de Bihac y Velika Kladusa piensan igual.

Una antigua fábrica ha sido transformada en una pequeña ciudad para 2.000 inmigrantes y refugiados alojados en tiendas de campaña y contenedores. Allí les proporcionan tres comidas al día y atención sanitaria, pero la situación es difícil cuando hay unos 180 menores no acompañados.

La UE ha destinado más de 9,2 millones de euros para ayudar a Bosnia a sufragar los gastos que genera el flujo de inmigrantes. Estos fondos los gestiona la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Las cifras están lejos del pico de 2015 y 2016, cuando más de un millón de inmigrantes y refugiados atravesaron Europa por los Balcanes de camino al norte de Europa, pero este año Bosnia es una de las vías principales tras el cierre de las fronteras en países como Hungría y Eslovenia.

Desde enero más de 23.000 personas han entrado en Bosnia, la mayoría procedentes de Pakistán, Afganistán, Irak e Irán y unos 5.000 se encuentran atrapados por el invierno y las patrullas de la Policía croata.

«La vida de los inmigrantes es inhumana», ha denunciado Wali Jan, de Afganistán, mientras enseña los hematomas en las manos provocados por los golpes de los agentes croatas, que cargaron contra ellos con porras cuando intentaban cruzar la frontera hace apenas unos días. Las autoridades croatas niegan las acusaciones de maltrato vertidas contra la Policía de Fronteras.

Mientras, pese a las medidas de las autoridades para impedir la llegada de inmigrantes y refugiados, la población local asiste a los necesitados con el recuerdo aún reciente de la guerra de mediados de la década de 1990. «He acogido a un iraquí en mi casa», ha explicado una camarera de un hotel de Bihac que se identifica como Senada. «Es amable, tiene estudios y es educado. Vamos a buscarle una esposa», ha añadido.