El matrimonio entre dos personas del mismo sexo ocupa un lugar destacado en la lista de novedades que se han incorporado a la versión electrónica del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), en la cual figuran también voces como bloguero, chat, espanglish, friki, SMS y tableta electrónica.


Entre esas novedades hay términos de todos los tipos, desde el cómic manga, la cienciología y el movimiento okupa hasta otros tan coloquiales como acojonamiento, culamen, gayumbos o peñazo, pasando por el euroescepticismo que parece reinar hoy día en gran parte de Europa y expresiones del ámbito económico como «riesgo de crédito» o «riesgo soberano».

El simpático canalillo, es decir, el «comienzo de la concavidad que separa los pechos de la mujer tal como se muestra desde el escote», y el pasatiempo del sudoku, figuran igualmente entre las casi 1.700 modificaciones de la 23ª edición del diccionario, que se publicará en otoño de 2014 como cierre de la celebración del tercer centenario de la RAE, que comienza un año antes.

Todos estos términos han sido consensuados por las 22 Academias de la Lengua Española y se pueden consultar ya en la página web del diccionario académico, que, a tenor de las cifras, se ha convertido en una herramienta imprescindible para mejorar el conocimiento del español: el pasado mes de mayo recibió más de 65 millones de consultas (una media de 2.117.628 al día). México, España, Argentina y Colombia suelen ser los países más activos.

Hacía tiempo que se esperaba la incorporación al diccionario del matrimonio homosexual, un tipo de unión que ya está reconocido por ley en España desde 2005 y, con diferente grado de extensión, en países como México y Argentina.
Ahora se añade como una de las acepciones de la voz matrimonio, definido así: «En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses».

Como afirma el secretario de la Real Academia Española, Darío Villanueva, en una entrevista con Efe, la aparente tardanza en incorporar esta acepción se debe a la forma de trabajar que tienen las Academias de la Lengua Española, que se dan un plazo de «cinco años» como mínimo para «rastrear cada palabra y ver que está suficientemente arraigada en el idioma».

«El diccionario no es profético, no crea realidades ni inventa; simplemente certifica. Es como una especie de notariado de la lengua y registra las palabras y usos que existen realmente en la sociedad», afirma Villanueva, que deja muy claro que «las palabras y acepciones no necesitan de la Academia para ser legítimas». La legitimidad se la dan «los hablantes», subraya.

Digital

La revolución digital ha convertido en familiares voces que hasta hace pocos años no existían, y, así, se incorporan al diccionario figuran como blog, bloguero, chat, chatear, SMS, USB y la cada vez más extendida «tableta electrónica», definida como «dispositivo electrónico portátil con pantalla táctil y con múltiples prestaciones».
No están, sin embargo, otras relacionadas con redes sociales como Twitter o Facebook, aunque, según anunció hoy el secretario, acaban de ser aprobados por la RAE los términos «tuit» y «tuitero», además de la forma compleja «red social». Estas novedades, una vez reciban la aprobación de las academias americanas, figurarán en la 23ª edición del DRAE.
La existencia de ese fenómeno lingüístico denominado espanglish llega también ahora al diccionario: «Modalidad del habla de algunos grupos hispanos de los Estados Unidos, en la que se mezclan, deformándolos, elementos léxicos y gramaticales del español y del inglés».


De Estados Unidos procede igualmente la «cienciología», ese movimiento religioso que «pretende promover el conocimiento introspectivo mediante ciertas técnicas».
Entre las novedades figura «friki» (procedente del inglés «freaky") y definida, en una de sus acepciones, como «persona pintoresca y extravagante».

La gracieta (dicho o hecho divertido, en sentido irónico o despectivo) adquiere carta de naturaleza en el diccionario académico, junto a los gayumbos, simpático sinónimo de calzoncillos en España, país donde, en el lenguaje vulgar, se dice culamen para referirse al culo o nalgas.
Al ámbito coloquial pertenece acojonamiento, definido como «acción o efecto de acojonar o acojonarse».
El manga tiene millones de aficionados, un «género de cómic de origen japonés, de dibujos sencillos, en el que predominan los argumentos eróticos, violentos y fantásticos», y la crisis económica ha puesto de moda el término okupa, ese «movimiento radical que propugna la ocupación de viviendas o locales deshabitados», y el verbo okupar, escritos ambos así, con «k», «letra que refleja una voluntad de transgresión de las normas ortográficas».


La crisis ha hecho también que cunda el euroescepticismo, definido como «desconfianza hacia los proyectos políticos de la Unión Europea», y que nos desayunemos cada día con voces del ámbito económico como las expresiones «riesgo de crédito», «riesgo de mercado», «riesgo país» o «riesgo soberano», entre otras.
La tan temible «prima de riesgo» acaba de ser aprobada por los académicos, aunque, como señala Villanueva, no se ha incluido todavía en la versión electrónica del Diccionario.