El exgobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, asegura que la actitud del PP, que magnificó los problemas de la banca para criticar al Ejecutivo anterior, generó tal desconfianza en los mercados que al final le obligó «a ponerse de rodillas» y a pedir el rescate financiero en 2012.

El exgobernador dice, en una entrevista con Efe, que querer presentarse como el salvador de España es posible que al PP «le consiguiera más votos», pero puso el foco de los mercados sobre los bancos españoles, cuando hasta ese momento solo dudaban de la banca europea en general.

Según cuenta en su libro «Economistas, políticos y otros animales», publicado hoy por Ediciones Península, los seis primeros meses de Rajoy en el poder son un ejemplo de cómo la inexperiencia, la falta de discreción y el desprecio al Banco de España, llevaron a hundir la confianza en España y en sus bancos, situando al país al borde de la salida del euro y obligándole a pedir ayuda financiera.

En su opinión, fue «absurdo» que el PP anunciara que no era necesaria la recapitalización del sector ni la inyección de fondos públicos y que intentara responsabilizar al Banco de España de los problemas de Bankia y de las cajas de ahorro.

«La opinión pública no pudo conocer entonces que el ministro de Economía (Luis de Guindos), ignorando al Banco de España y actuando al margen de este, intentó resolver él solo la segunda reestructuración de Bankia», afirma Fernández Ordóñez, que acusa también al ministro de vetar su presencia en el Parlamento para dar explicaciones sobre este asunto.

Asegura que el rescate financiero se había evitado tres veces antes de que el PP llegara al poder, aunque no se atreve a afirmar que se pudiera haber sorteado también en 2012, y añade que al final el Gobierno de Mariano Rajoy gestionó bien la crisis del sector financiero, entre otras cosas porque el memorando de entendimiento acordado con las autoridades europeas establecía los pasos a dar.

«España lo ha hecho bien dentro de que era un problema enorme, salvo esos seis meses en los que por un deseo de protagonismo, sectarismo o desconfianza en el órgano supervisor cayeron en lo que cayeron», sostiene.

Se niega a profundizar sobre la gestión de la crisis bancaria durante su mandato ("para eso hubiera escrito unas memorias") y dice que su crítica al Gobierno del PP solo pretende ser un ejemplo del populismo y el sectarismo que aquejan a la clase política española, más preocupada por el reparto del poder que por las políticas necesarias para que el país avance.

Fernández Ordóñez cree que España puede estar en la antesala de grandes cambios económicos y políticos, y espera que su libro contribuya a abrir el debate sobre la necesidad de una política más «ilustrada» y menos «chapucera» que propicie el análisis de los problemas a abordar, aprovechando las experiencias de otros países y la sabiduría de los expertos.

Se queja de que en las dos últimas legislaturas el abuso de los decretos leyes ha llegado a máximos y duda de que esté justificado que más de un tercio de las leyes se hayan aprobado por este trámite de urgencia en los últimos cuatro años.

No obstante, advierte de que la situación no cambiará «solo sustituyendo a unos políticos por otros, reemplazando a una casta por otra», por lo que cree fundamental dotarse de los mecanismos que dificulten las acciones de los malos gobernantes y propicien los cambios institucionales que exijan que las políticas sean más estudiadas y debatidas.

Como ejemplo de la ineficacia de la política cita el problema de desempleo, que no tiene parangón en ningún otro país desarrollado y constituye uno de los principales motivos de preocupación para la ciudadanía, sin que hasta el momento se haya constituido una comisión parlamentaria que examine qué hacen los demás países para tener más empleo y productividad.

«¿Cómo es posible que el Parlamento no se haya interesado en estudiar el principal problema del país según los economistas, los organismos internacionales y los propios electores?», se pregunta.