La condena a muerte del joven barcelonés motivó una ola de rechazo de dimensiones internacionales en los últimos días del régimen franquista. | Efe

Este jueves 2 de marzo se cumplen 43 años de la última ejecución por garrote vil en España; la de Salvador Puig Antich.

Este joven anarquista barcelonés de 25 años fue detenido y condenado a la pena capital en Consejo de Guerra por un tribunal militar, tras la muerte de un subinspector del Cuerpo General de Policía en la Ciudad Condal, desencadenada a raíz de un forcejeo que se produjo durante el operativo de su detención, junto a otros activistas antifascistas.

Como integrante del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), participó como chófer en distintos asaltos a entidades bancarias, cuyos botines destinaban a editar publicaciones clandestinas, hasta que en uno de ellos un trabajador resultó herido grave.

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Este hecho fue clave, ya que las autoridades franquistas dedicaron una brigada especial a la desarticulación de la organización. Además, provocó la práctica disolución del grupo.

Ante su detención y condena, numerosos colectivos defensores de los derechos humanos e incluso mandatarios extranjeros reclamaron al régimen franquista que fuera indultado, o como mínimo, que su ejecución se postergara.

Las autoridades hicieron oídos sordos, y Salvador Puig Antich pasó sus últimos días en la antigua Modelo de Barcelona. Su ejecución tuvo una considerable repercusión mediática y política, no solo en España, y en distintos países europeos se organizaron protestas a modo de condena.

Su historia ha servido de inspiración a múltiples expresiones artísticas, entre las que destaca la serie La esperanza del condenado a muerte, firmada por el universal Joan Miró, en los días en los que muchos se movilizaban para lograr su indulto. Más recientemente, en 2006, su historia se llevó a la gran pantalla, en la versión cinematográfica de la novela Compte enrere: la història de Salvador Puig Antich, escrita el 2001 por el periodista catalán Francesc Escribano.