Múltiples retrasos, argucias políticas, un letrado cargado de trabajo y hasta enmiendas pasadas por agua han salpicado las más de veinticinco horas de un debate presupuestario que ha sido insólito en la Comisión de Presupuestos del Congreso de los Diputados.

Esta comisión ha representado a lo largo de dos días y medio una comedia a ratos sin guión en la que se han debatido casi 5.500 enmiendas, en su mayoría votadas una a una, y en la que, en palabras de veteranos diputados, nunca antes había ocurrido casi nada de lo que se ha visto.

Una misión imposible ha sido que los cuadernos de votación llegaran a tiempo, ya que el letrado Andrés Jiménez Díez, con 17 años de experiencia en la tramitación presupuestaria, nunca se había visto en otra parecida.

Entre enmiendas «in voce», otras que no llegaban a tiempo o algunas repetidas, la votación de la comisión se ha convertido en un gallinero que se le ha ido de las manos a un presidente -Francisco de la Torre, de Ciudadanos- que se estrenaba en estas lides y al que se le ha escapado algún improperio cuando ciertos grupos pedían votar las enmiendas una a una.

Pero esta historia empieza la pasada semana, cuando la Mesa y Portavoces deciden, con mayoría del PP y de Ciudadanos, no admitir a trámite 4.000 enmiendas de la oposición por ir a cargo de una sección que superaba el importe previsto. A partir de ahí la oposición, con PSOE y Unidos Podemos a la cabeza, inicia una lucha sin cuartel por conseguir debatirlas.

Tanto es así que, como la unión hace la fuerza, deciden transaccionar en esta comisión estas miles de iniciativas, esquivando así el eventual veto y garantizando su debate.

Una argucia política «hábil», como calificó el propio letrado, que progresivamente iba desapareciendo tras una montaña de papeles y que, contra la habitual discreción del cargo, en este caso pululaba por la sala, consultando con portavoces y expertos.

El debate arrancó ya acalorado y los diputados, que en su mayoría debutaban en este foro, empezaron a debatir unos presupuestos acusándose mutuamente de vetos, hurtos o secuestros a enmiendas o a la propia democracia.

Uno de los momentos álgidos se produjo cuando el diputado de ERC Josep Capdevila quiso entregar a la mesa las mencionadas enmiendas transaccionadas, que derramaron una copa y acabaron pasadas por agua y con los ujieres secando documentos con bolas de papel absorbente ante la perplejidad de los diputados.

Al final, las enmiendas se debatieron, se votaron y se rechazaron, porque PP, Ciudadanos, PNV y UPN hicieron pinza para asegurarse de que el presupuesto no se incrementara más de lo pactado mientras arremetían contra unas iniciativas que bautizaban de «enmiendas campanario».

Cierto es que hubo diversas transaccionales entre el PP y Foro Asturias, o con PNV o Ciudadanos, y hasta una con Unidos Podemos para mejorar la relación laboral en consorcios públicos como IFEMA.

Sin embargo, el PSOE no rascó o no le dejaron rascar casi nada y ha visto aceptadas sólo 4 enmiendas en ponencia de las casi 1.500 que han conseguido debatir. Ninguna más en Comisión.

Mención aparte merecen las sesiones de votación, en las que no sólo se votaron enmiendas repetidas o se leyeron transaccionales -que, como apuntaba el diputado del PDeCAT Ferrán Bel, «le llegaban a través de las ondas»-, sino que, además, bien podían prolongarse casi 3 horas o no comenzar hasta las diez y media de la noche, tras un parón de más de cinco horas desde el debate.

Un parón que ni siquiera se pudo aprovechar para avanzar en el debate porque los portavoces correspondientes no habían sido convocados.

Al final, esta comedia de enredo ha terminado con el agradecimiento unánime para letrados, ujieres y personal vario, que se ha visto obligado a trabajar muchas horas extra para que el debate llegara a buen término.