Agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional han estado este jueves por la tarde en la zona que ha marcado en su declaración el novio de Juana Canal tras su confesión. | Guardia Civil

Una mentira prolongada durante casi 20 años ha llegado a su fin. El asesino de Juana Canal ha salido a la luz y con él, mil verdades que mitigan de manera leve el dolor sufrido por los hijos de la víctima, los cuáles habían vivido en una cruda mentira que había dibujado con total crueldad, Jesús. P, el asesino confeso de Canal. El que fuera su pareja, ha decidido poner punto y final, por la cantidad de pruebas encontradas, a la pesadilla que han vivido los hijos de su antigua pareja, la que según él, se había marchado sin dejar rastro y con una simple carta de despedida.

Una despedida que nunca llegó a ser cierta. Canal, de 38 años, nunca se fue. La mataron. Divorciada y con dos hijos, le arrebataron la vida a golpes y luego fue descuartizada en la bañera de la casa donde vivía con su pareja y los dos niños. En 2003, la Ley de Violencia de Género no estaba en vigor, lo haría un año después. La Guardia Civil, en esos momentos entró en casa de Canal tras haber recibido una llamada, minutos después de hablar con ambos, salió y empezó la sórdida mentira de Jesús.

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Sin el estamento policial presente, volvió a agredir a Juana y de un golpe le dejó sin vida. Con miedo a ser descubierto por uno de los hijos, decidió descuartizarla para no dejar rastro, meter las extremidades en una maleta y trasladar el cuerpo a una zona boscosa en Ávila, concretamente en una zona que frecuentaba el verdugo y así, hacer desaparecer a Juana Canal de la faz de la tierra.

El 22 de febrero, el hijo mayor llegó a casa y se encontró la carta en la que rezaba una frase que congeló el corazón del primogénito. «He ingerido muchas pastillas». Jesús le confesó que habían discutido y que se había marchado. Ahora, 19 años después de ese fatídico día, Jesús acabará en prisión por homicidio y tras haber sido incriminado por una conversación telefónica que la había matado, descuartizado y enterrado en dos hoyos de un bosque de Ávila para poner fin a una mentira de más de 19 años.