¿Te has preguntado qué pasaría si no lo hicieras?
El silencio no es ausencia, es presencia.
El silencio tiene mala fama. Lo confundimos con vacío, con incomodidad. En las conversaciones, cuando alguien deja de hablar unos segundos, sentimos la necesidad de intervenir. ¿Por qué nos pone nerviosos? Porque en esos instantes ya no hay guiones, no hay palabras que nos distraigan. Nos enfrentamos a la verdad de lo que está pasando.
En las relaciones, el silencio revela más que cualquier discurso. Hay silencios que dicen «no sé qué hacer contigo» y otros que gritan «ojalá entendieras lo que no me atrevo a decirte». El problema es que nos hemos acostumbrado tanto a hablar que ya no sabemos interpretar lo que se dice sin palabras.
¿Cuántas veces alguien ha callado, pero su mirada lo ha dicho todo? Lo escuchaste, aunque no lo haya dicho.
El silencio es nuestro espejo.
Si hay algo que el silencio hace bien, es reflejar lo que no queremos ver. Nos hemos vuelto expertos en llenar cada espacio libre con ruido, porque el silencio nos enfrenta con lo que realmente sentimos.
Nos distraemos con conversaciones vacías, con redes sociales, con cualquier sonido que nos aleje de nosotros mismos. Cuando todo se apaga, cuando no hay distracciones, ¿qué queda?
A veces, el silencio duele porque nos muestra que estamos en un lugar donde no queremos estar. En una relación que ya no nos llena. En un trabajo que nos pesa. En una vida que no estamos disfrutando.
Por eso muchas personas no soportan estar solas. Porque en el silencio, no hay escapatoria.
Cuando el silencio se convierte en respuesta…
Hemos aprendido a resolverlo todo con palabras. Cuando alguien está triste, queremos animarlo con frases hechas. Cuando hay un conflicto, sentimos que hay que hablar hasta agotarlo. Pero a veces, lo único que se necesita es un poco de espacio.
No todas las respuestas vienen en forma de palabras. Hay momentos en los que el silencio dice más que cualquier consejo. En los que un abrazo sin explicaciones es más poderoso que una charla de una hora.
Hemos olvidado cómo estar en silencio con otras personas sin que se sientan incómodas. Crecemos aprendiendo que callar es ignorar, cuando en muchas ocasiones es lo más cercano a acompañar.
Si alguna vez has estado con alguien que está pasando por un duelo, lo sabes. No hay palabras que realmente puedan aliviar el dolor. Pero hay una diferencia entre estar presente en silencio y no estar en absoluto. Y la persona que sufre lo nota.
El silencio y la manifestación consciente
Si sigues mi trabajo, sabes que hablar de manifestación consciente no es hablar de pedir sin más. Manifestar no es controlar, es permitir. Y para permitir, hay que hacer espacio.
Hacemos afirmaciones, visualizamos, decretamos…pero no damos espacio para recibir una respuesta, no nos quedamos en silencio a escuchar lo que el Universo tiene que susurrarnos. Y tienes que saber que el Universo no siempre responde con ruido…
Las mejores ideas no llegan cuando las estamos forzando. Aparecen en la ducha, en un paseo, en esos momentos donde la mente se calla por un instante. Porque la claridad no surge del ruido, sino del vacío.
Si quieres manifestar algo en tu vida, deja de hablar tanto y escucha más. No te obsesiones con los detalles, permite que el espacio vacío haga su trabajo. Porque cuando dejas de llenar el silencio con preocupaciones, la respuesta llega sola.
El silencio no es vacío, es vida.
El silencio es lo que da significado a lo demás. Un cuadro sin espacios vacíos es solo un bloque de color. Una vida sin momentos de quietud se vuelve agotadora.
Ahora, voy a dejar de escribir parar regalarte unos minutos de silencio y te invito a experimentar. No lo rompas este silencio automáticamente. Quédate ahí un momento. Escucha. Porque tal vez, en ese espacio donde creías que no había nada, está la respuesta que llevas tiempo buscando.
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